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La victoria de Sarkozy da un impulso a la vieja Europa

Tras 20 años de inmovilismo social, el giro liberal de Francia se suma a los cambios en la Alemania de Merkel para mejorar el potencial de crecimiento de la zona euro.

Francia ha emprendido un nuevo rumbo. Lo ha hecho en un contexto democrático ejemplar: dos programas políticos radicalmente diferentes, una participación electoral histórica y un resultado que no deja lugar a dudas. La opción liberal ha ganado y el proyecto socialdemócrata ha perdido.

Estamos ante una ruptura sin precedentes desde la elección de François Mitterrand en 1981; una ruptura que puede abrir, por fin, el camino a las reformas en un país instalado en el inmovilismo social desde las grandes huelgas de 1995. Pero, de momento, la victoria de Nicolas Sarkozy plantea tres preguntas cruciales para evaluar el alcance de este cambio: ¿De cuánto espacio político dispondrá el nuevo presidente? ¿Cuál es realmente el cambio social que reclaman los franceses? ¿Cuál será el alcance de las reformas más allá del ruido de la campaña?

La tradición de la V República en Francia consistía en elegir un Parlamento del mismo color político que el presidente. Pero las cohabitaciones, inauguradas en los años 80, entre un presidente y una cámara de signos opuestos han reflejado la tendencia de los franceses por imponer un cierto equilibrio de poder. Es posible que esa ambivalencia se manifieste de nuevo en junio, cuando se celebren las elecciones legislativas, y que el país se niegue a dar una mayoría absoluta a Sarkozy.

Esta eventual prudencia confirmaría la idea de que el pueblo francés ha elegido a Sarkozy más por su personalidad política que por su programa. El voto a Sarkozy respondería tanto a una voluntad de cambio como a un rechazo de la personalidad de Ségolène Royal y de su programa. Pero los franceses no dejarían el campo libre a Sarkozy para que aplicara un programa demasiado radical para una parte importante del electorado de derecha. François Bayrou, el candidato centrista de la primera vuelta, podría ser el ganador en un Parlamento de centro-derecha que provocaría una coalición entre las dos facciones de la derecha francesa. Es probable que Sarkozy juzgue el peligro lo bastante fuerte como para centrarse en la conquista del centro antes de las elecciones legislativas. Si así fuera, su primer gobierno debería jugar la carta de la moderación y de la apertura.

¿De qué cambio estamos hablando?
De la mayoría que salga de las elecciones legislativas dependerán la orientación y la velocidad del cambio. Pero, ¿qué cambio? La campaña de Sarkozy nos ha dejado un candidato con dos caras: Por un lado, un candidato liberal, atlantista y ‘pro-mercado’; pero, por otro, un hombre autoritario, intervencionista y nacionalista (hasta ‘bonapartista’, según sus detractores), afirman sus detractores. El programa electoral mantiene esa ambigüedad más allá de los compromisos habituales en un programa liberal –bajadas de impuestos, reducción de algunas prestaciones sociales, desregulación de algunos bienes y servicios, etc.). Más allá de la retórica habitual después de una victoria electoral, el presidente no puede tardar mucho en mostrar sus cartas. Pero no es seguro que le interese hacerlo antes de las elecciones legislativas.

Los asesores políticos de Sarkozy han dejado clara su intención de llevar a cabo un ‘blitzkrieg’ legislativo con el objetivo de aprobar las reformas más importantes antes de que termine 2007. Es una forma de gobernar dura, estilo Thatcher, que buscaría un choque cultural y que, sin duda, necesita un Parlamento fuerte. Algunos analistas advierten del riesgo de una importante agitación social durante varios meses. Otro escenario puede ser uno más centro-derechista si la composición del Parlamento obliga a Sarkozy a buscar el apoyo de los centristas para llevar a cabo sus políticas. La Francia de Sarkozy se parecería a la Alemania de Merkel.

Consecuencias para los mercados

¿Y qué puede pasar en el mercado con todo esto? Recuerden que el euro y los bonos se han mantenido al margen del ruido de la campaña electoral. Tampoco ha reaccionado la renta variable, cuyo horizonte, al menos para las gigantes del CAC 40, va mucho más allá de las fronteras de Francia. Ahora bien, sería un error creer que, por el hecho de que la política monetaria y los tipos de interés de la zona euro escapen a los Gobiernos nacionales, podemos ignorar el rumbo que va a tomar Francia. Nuestro vecino sigue siendo la segunda economía de Europa y mantiene un importantísimo poder en Bruselas.

Por ello, un escenario de fracaso social o económico de Sarkozy tendría consecuencias negativas en la divisa europea, si el Gobierno tiene que hacer frente a un caos social o a una ausencia de resultados económicos; en ambos casos, se podría reactivar la fibra nacionalista del nuevo presidente.

Más llamativo -y ciertamente más positivo- es el hecho de que la ruptura política en Francia se produce pocos meses después del cambio de rumbo en Alemania. Un eje franco-alemán ‘pro-mercado’ y más abierto a la globalización puede ser el preludio de los ansiados cambios estructurales positivos para la productividad y el crecimiento del conjunto de la zona euro, dado el potencial humano y técnico de ambos países. La teoría económica nos dice que el euro y la renta variable tendrían que tenerlo en cuenta en su valoración de las tendencias de largo plazo. Sin duda, es un argumento alcista de peso en los próximos meses.

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