
Si me dicen esto hace cuatro años... ¡Vamos!... ¡No me lo creo!". Ni él ni nadie que conozca su interesante historia: una especie de sueño americano a la aragonesa culminado con el galardón de mejor gestor europeo.
Hace cuatro años, Lardiés estaba a punto de abandonar el sueño con el que había salido desde su Sabiñánigo natal, en la provincia de Huesca, hacia Madrid: trabajar en el mundo de la inversión. Había cursado el Master de Mercados Financieros de la Universidad San Pablo CEU, para el que incluso se había endeudado, y lo único que había conseguido fueron unas prácticas en el departamento de riesgos de la CECA, la asociación de las cajas.
Una excelente recomendación
Entonces, apareció el destino, como en cualquier buena historia que se precie. Un amigo del Máster que trabajaba en la entonces minúscula gestora Metagestión se marchó a otra firma y, cuando le pidieron consejo para sustituirle, apuntó a Lardiés. Poco a poco fue obteniendo buenas rentabilidades con sus decisiones de inversión y su fama creció al mismo ritmo que atraía dinero: "Cuando entré gestionaba poco más de 10 millones de euros, cuando me fui -lo hizo a final de marzo para fichar por Edmond de Rothschild- cerca de 270 millones", dice. "Se han colmado todas mis expectativas, aunque ahora tengo nuevos retos". El mayor: no defraudar a quienes ahora andan tras sus movimientos y esperan el lanzamiento del fondo que está preparando sobre el mercado ibérico. "Es una presión enorme", admite.
Todo lo contrario que cuando el gusanillo de la bolsa le picó por primera vez en 1996, cuando a su padre, también Gonzalo Lardiés, empleado de una empresa química, le dio por comprar unas acciones de Endesa. "Empecé a sacar una hora al día para leer los periódicos económicos en la biblioteca de la Universidad de Huesca e incluso ponía el teletexto en la cafetería de la Facultad para seguir las cotizaciones", cuenta con añoranza.
Y llegó el momento...
Compró sus primeras acciones con el dinero que tenía ahorrado de trabajar un par de meses cada verano. Compró unas Asturianas del Zinc y les ganó un 18 por ciento. Después, unos títulos de Sotogrande, con los que se sacó un 50 por ciento. Y después, llegó el momento en que más aprendió: las pérdidas. Primero con Viscofán y, después, como casi todos los españoles que en 2000 invertían en bolsa, con Terra. "Pedí acciones en la salida a bolsa y esa mañana madrugué para comprar el periódico y saber si me habían tocado en el sorteo. Pero nada. Compré más tarde, cuando ya habían caído, y perdí unas 30.000 pesetas".
Con él España ha ganado un gran gestor, pero quizá ha perdido un medallista olímpico: "Fui subcampeón de España de Badmington. El deportes es mi vocación frustrada".