La sociedad alemana no ve con buenos ojos que su Gobierno salga al rescate de la economía griega y Angela Merkel, la canciller germana, lo sabe. Con las elecciones de Renania (Norte-Westfalia) a la vuelta de la esquina, la dirigente no se atreve a jugarse el tipo y se muestra reacia a facilitarle fondos a Grecia.
La crisis helena ha puesto en jaque la solidez de la Unión Europea (UE) y los antiguos enfrentamientos entre las diferentes naciones vuelven a salir a flote.
La cuestión queda en el aire. ¿Está transformando la crisis financiera griega a Alemania en un país euroescéptico? En las calles de Berlín, uno de los principales promotores de la Unión tras la Segunda Guerra Mundial, se empieza a echar de menos al marco y cada vez está más latente el miedo a cualquier decisión europea que pueda afectar a los intereses germanos. El analista y consultor económico Carlos Buhigas Schubert, asesor de la Comisión Europea y de las Naciones Unidas, asegura que "la posición alemana ante el problema griego no es más que el último capítulo de un proceso que ha venido desarrollándose durante los últimos años".
Alejada de Europa
Antes, nadie hubiera puesto en duda que Alemania percibía la UE como un proyecto de futuro en común. Como una necesidad. Esto ha cambiado. Alemania lleva unos años demostrando que la UE es un foro más donde negociar sus intereses. El caso de Grecia, y más en concreto su postura general en la última cumbre de la UE, son los ejemplos más flagrantes de que Berlín veta si no ve sus intereses plenamente reconocidos.
Las cifras respaldan la sensación generalizada entre la ciudadanía germana de que su país ha contribuido sobradamente a la construcción de la Unión Europea. Con casi 9.000 millones de euros, Alemania se mantuvo con sobrado margen como máximo contribuyente a la caja comunitaria en 2009. Pero Berlín necesita irremediablemente del mercado común y la moneda única: más del 60% de sus exportaciones tiene como destino a la UE y más del 40%, países de la zona euro.
Como afirma el politólogo y catedrático de sociología de la Universidad Libre de Berlín Ignacio Sotelo, "el ser muy crítico con el endeudamiento doloso de Grecia no debe interpretarse como una vuelta al nacionalismo económico, que un país exportador como Alemania de ningún modo puede permitirse, sino más bien como un aviso de la verdadera amenaza, a saber, que la situación se agrave en Portugal, pero sobre todo en España e Italia".
En esa misma dirección apunta el analista Carlos Buhigas: "En contra de lo que los alemanes piensan, su país ha sido uno de los grandes beneficiados por la implantación de la moneda única". Mientras, entre los economistas alemanes cunde la idea de que una salida del euro de Grecia es el camino correcto. "La mejor opción", declaró al semanario Focus el director del Instituto alemán Ifo, Hans-Werner Sinn, "sería ayudar a Atenas económicamente, pero ello sería inaceptable para Alemania. Si se deja claro a los mercados que Grecia se encuentra en una situación de excepción, su salida de la moneda única incluso podría estabilizar al euro".
Merkel ha demostrado ser mucho menos europeísta que Helmut Kohl, afirmaba recientemente el politólogo de la Universidad de Bonn Gerd Langguth al conservador diario Frankfurter Allgemeine Zeitung. Pero aquéllos eran otros tiempos: tanto Konrad Adenauer como Kohl, ambos cancilleres de la CDU, conocieron de primera mano los daños provocados por la guerra, y ambos antepusieron la reconciliación con su entorno europeo a los intereses materiales.
Eso ha cambiado: la deuda moral de Alemania con Europa parece haber pasado a segundo plano para dejar paso al beneficio económico. Para entender las resistencias alemanas a posibles ayudas a Grecia, tampoco conviene olvidar que el Parlamento alemán aprobó recientemente los presupuestos más endeudados de su historia, con 80.200 millones de euros en deudas.
El ministro de finanzas, Wolfgang Schäuble, avisó de que el Estado tendrá que apretarse el cinturón a partir de 2011. Con unas finanzas públicas poco equilibradas y, sobre todo, poco populares, y con las promesas incumplidas de acometer rebajas fiscales, la CDU de Merkel y sus socios de Gobierno, los liberales del FDP, afrontan debilitados en los sondeos las importantes elecciones regionales de Renania del Norte-Westfalia del próximo 9 de mayo.
"La opinión pública, azuzada por una parte de la prensa, es fácilmente movilizada contra los países mediterráneos", afirma Ignacio Sotelo, "y el actual discurso de Angela Merkel hay que leerlo obviamente en clave electoral: en las próximas regionales, el FDP podría sufrir un bajón que cuestionase el Gobierno de la CDU".
¿Cuándo nos dejarán tranquilos los griegos? ¿Cuánto le cuesta a Alemania el rescate?. Son preguntas en forma de titular lanzadas por el tabloide sensacionalista Bild Zeitung, el diario más leído de Alemania (con una venta diaria de más de tres millones de ejemplares) y cuyos contenidos utilizan no pocos analistas para tomar el pulso a la opinión pública de la locomotora económica europea.
Rechazo al rescate heleno
Pero no sólo las cabeceras sensacionalistas han hecho madera del árbol caído. Cierto sector mediático del país no desaprovecha la oportunidad de azuzar la oposición a las ayudas a Grecia u otros países del sur de Europa, mayoritaria entre los alemanes, que parecen considerar que su país ya ha aportado suficiente dinero a la Unión Europea.
Según una encuesta publicada por el diario Financial Times, el 62% de los alemanes se opone a que su Gobierno ayude al Estado heleno. Así, el cuento de la cigarra y la hormiga vuelve a florecer. Los alemanes sienten que son las ahorradoras hormigas que ahora van a tener que salir al rescate de la holgazana cigarra griega que ha estado derrochando en época de vacas gordas.