
Henry Paulson se inclina sobre la mesa, con el ceño fruncido de desagrado. "¿Se da cuenta de lo difícil que es vender una entidad financiera en un fin de semana?", refunfuña el ex secretario del Tesoro estadounidense. Miedo, insomnio y arcadas en el epicentro de la crisis: memorias de Henry Paulson.
"Sobre todo, si tiene grandes problemas y un enorme agujero de capital. ¿Y conseguirlo en medio de una crisis?". Por si alguien no lo sabe, fue Paulson. En el otoño de 2008, mientras rescataba u orquestaba ventas de rescate, se produjo el colapso de una gran entidad financiera como mínimo cada fin de semana. La empresa a la que se refería concretamente era Lehman Brothers, la que se escapó, y a cuyo hundimiento se le achaca haber convertido la crisis financiera en una catástrofe económica global.
Está claro que su lugar en la historia le preocupa. Paulson, una ex estrella del fútbol americano universitario, de 64 años, gobernó el mundo financiero desde su posición de consejero delegado del gigante de la banca de inversiones Goldman Sachs antes de meterse a regañadientes en política, tras una llamada de George Bush a mediados de 2006.
Se dice que Paulson fue quien dejó que Lehman se hundiera y nos puso a todos de camino hacia la ruina. Su versión, tal como la explica en su libro On the brink, demuestra lo cerca que estuvieron otros gigantes financieros del colapso (Citigroup, Morgan Stanley e incluso Goldman Sachs, probablemente). En su opinión, no fue él quien permitió la ruina de Lehman, sino el que salvó al resto de Wall Street y, con ello, el sistema financiero internacional.
Situación paradójica
Paulson es consciente de lo paradójico de su situación. En Goldman se ganó una reputación de capitalismo agresivo de mercado libre, pero al final se le recordaría como el rey de los rescates del Estado. "Hicimos lo que hicimos porque teníamos que hacerlo", ha explicado. "No hacía falta escribir un libro para saber que yo estaría allí cuando se hicieron las intervenciones y los rescates. Y eso era el mejor de los casos. El peor era que, después de todo lo que habíamos hecho, se hundiría y el sistema se vendría abajo".
En ocasiones parecía que el propio Paulson estaba al límite, trabajando semanas sin parar y durmiendo a ratos. "Llegaba a casa agotado siempre, ponía la cabeza sobre la almohada y me quedaba dormido en el acto. Después me despertaba a medianoche o a la una. Algunas noches me queda bamirando el techo, enfrentándome a mis peores miedos. En aquellos momentos tomé algunas de mis mejores decisiones". Más de una vez perdió la paciencia con el senador John McCain, candidato republicano, y su pareja de cartel, Sarah Palin, que defendían "no más rescates".
En cuanto a Lehman, era imposible inyectar efectivo del Gobierno en la achacosa compañía. Él no tenía el poder para hacerlo, aunque podría haber insistido a la Reserva Federal para que respaldar a un comprador.
El último comprador que se desmoronó fue Barclays, cuando la autoridad de servicios financieros (FSA) mostró su preocupación de que el banco británico ultimara el acuerdo. Días después, Barclays compró las partes de Lehman que quería de la bancarrota, pero, para entonces, el daño del hundimiento ya estaba hecho. "Los británicos nos jodieron", dijo Paulson a los dirigentes de los principales bancos de Wall Street, cuando supo que la FSA se había negado a que Barclays rescatara Lehman, según cuenta el libro. ¿Intentaba escurrir el bulto?
Paulson no dudó en aclarar las cosas. "Lo dije por frustración. En aquel momento, las palabras fueron de la cabeza a la boca. ¿Opino lo mismo hoy? No. No sé lo que habría hecho si la situación fuera la contraria. Yo no tenía los datos que manejaban ellos. Las cosas se movían rápidamente. No dejé ninguna piedra por mover y ellos eran la última piedra".
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