
Décima sesión consecutiva de subidas para el crudo, que continúa inmerso en su particular operación retorno a los precios pasados. El barril de Texas para entrega en febrero se negocia hoy por encima de los 82 dólares, mientras que los futuros de Brent, de referencia en Europa, superan los 81 dólares. En el caso este último, para encontrar precios más elevados hay que remontarse hasta octubre de 2008.
Pero entre ambos momentos existe una diferencia notable. Mientras que hace 15 meses estaba de vuelta, tras haber rozado los 150 dólares en julio, ahora se encuentra en plena remontada, con la que da continuidad a la revalorización del 71% que registró en 2009.
El último aliento lo ha encontrado en las frías temperaturas de Estados Unidos, que presagian un incremento del consumo de energía en la mayor economía mundial.
La fortaleza con la que el crudo ha comenzado 2010 es bienvenida por parte de los países productores. Ayer, el ministro de Petróleo de Kuwait, Sheikh Ahmed Al-Abdullah Al-Sabah, reconoció que los actuales precios "son muy agradables" y que "no son demasiado altos" en un contexto en el que "la demanda está creciendo y las reservas están cayendo".
Hoy se conoció que los inventarios semanales de crudo subieron inesperadamente en 1,3 millones de barriles.
Pendientes de dólar
Al mismo tiempo, el petróleo ha seguido de reojo la marcha del dólar, puesto que la debilidad del billete verde actúa como resorte para la subida de las bolsas y las materias primas.
Eso es lo que ocurrió ayer. Los máximos del oro negro coincidieron con la caída de la moneda norteamericana, que llegó a depreciarse hasta los 1,448 dólares. Cuando el billete verde reaccionó por la tarde y remontó hasta los 1,442 dólares, el petróleo aminoró su marcha alcista. Hoy, la divisa estadounidense sigue mostrando su debilidad frente al euro.
Más decisión mostró el yen japonés, que se revalorizó un 1% contra la divisa estadounidense, hasta los 91,3 yenes. Lo hizo en la misma jornada en la que presentó su dimisión el ministro de Finanzas de Japón, Hirohisa Fujii, quien, a diferencia de sus últimos predecesores, no veía con malos ojos la fortaleza de la moneda nipona.