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Bernard Madoff, el final del mayor fraude de la historia

En unas horas, Bernard Madoff, el mayor sátiro que jamás rondó por Wall Street, abandonará su celda para conocer el veredicto final sobre sus díscolas estafas. Sin embargo, todavía muchos se preguntan cómo podrá pagar por sus crímenes. ¿Toda la vida en la cárcel? Sus víctimas creen que el castigo no será suficiente.

Sus clientes, quienes en su día se consideraron parte un club elitista de inversores, llevan más de seis meses lidiando con las miserias provocadas por el mayor fraude financiero de la historia: planes de jubilación al traste, facturas sin pagar, ansiedad, depresión y, en algunos casos, suicidio. "Sólo queremos nuestro dinero de vuelta, no nos importa lo que le ocurra a Madoff", reconoce Laurance Cohen, una de las personas entrampadas en el esquema de Ponzi orquestado por el que fuera presidente del Nasdaq. Él y su esposa estarán hoy presentes hoy en el tribunal donde Madoff será sentenciado.

Aquel 10 de diciembre de 2008 quedará marcado en la mente de muchos. Durante aquella gélida noche del invierno neoyorquino, Madoff informó a sus hijos sobre su intención de adelantar el pago de varios millones de dólares en bonus meses antes de lo previsto. Fue la mecha que puso en evidencia sus malas prácticas. Mark y Andrew pidieron explicaciones claras a su padre sobre cómo era posible pagar esos premios si no había dinero suficiente para devolver a los inversores del fondo. La respuesta fue clara: la unidad de gestión de fondos de su compañía era un mero castillo de naipes, una ilusión, un fraude.

Cascada imparable

A partir de entonces, todo se precipitó. Los hijos delataron a su padre inmediatamente ante las autoridades y un día después fue arrestado y acusado de fraude. Madoff consiguió evitar ir a prisión inmediatamente tras pagar una fianza y permanecer bajo arresto domiciliario. Mientras tanto, el escándalo salpicaba a medio mundo, entre los afectados figuraban prestigiosas entidades bancarias, como Banco Santander, actores, directores y filántropos, entre otros.

El 12 de marzo de 2009, Madoff se declaró culpable de un total de once crímenes federales, entre los que se contemplan cargos de fraude, lavado de dinero y perjurio. La demanda criminal presentada dos días antes afirmaba que el gestor había defraudado a sus clientes casi 65.000 millones de dólares. Pese a la repercusión de sus actos, Madoff insistió en todo momento que fue el único cerebro detrás de la trama, evitando colaborar con las autoridades y desvelar posibles socios.

Durante su comparecencia ante las autoridades, reconoció que su esquema de Ponzi comenzó a cocerse en 1991. Pese a comprometer a altos niveles de beneficios con sus clientes, Madoff indicó que nunca realizó inversión alguna y que simplemente guardaba los fondos de sus clientes en una cuenta del Chase Bank. De allí sacaba los intereses para pagar a otros clientes y los enmascaraba con documentos falsos que presentaba ante la Comisión de Mercados e Inversores (SEC), agencia de la que está vetado de por vida.

Tras declararse culpable, el juez Denny Chin, quien supervisa el proceso judicial, retiró la fianza de 10 millones de dólares y envió a Madoff al Centro Correccional Metropolitano ante el peligro de que huyese. Madoff se enfrenta a un máximo de 150 años de cárcel y una multa que supondría el doble del dinero estafado, es decir, unos 171.000 millones de dólares.

El 22 de junio, el abogado de Madoff, Ira Sorkin, presentó una carta ante el magistrado recomendando una sentencia de 12 años para su cliente, ya que según los datos de la Administración, la media de vida de un hombre de 71 años, la edad de Madoff, es de 13 años. Al mismo tiempo, el abogado de la familia calificó que la multa de más de 170.000 millones de dólares sobre su cliente es "desconsiderada" pese a la magnitud del fraude.

Para muchas víctimas no habrá justicia hasta que más personas presuntamente implicadas en la trama den la cara. Las dudas recaen sobre el hermano de Madoff, sus hijos y su esposa Ruth. Ésta, de hecho, ha vivido en el apartamento del matrimonio hasta el último momento y ha intentado proteger los 80 millones de dólares en activos bajo su nombre. Sin embargo, el pasado viernes alcanzó un acuerdo judicial a través del cual entregaría sus posesiones, entre las que se incluyen el apartamento de Manhattan y otras residencias en Palm Beach y Montauk, dejando sólo 2,5 millones de dólares en efectivo disponibles para ella.

Jen Meerow, una víctima de Madoff residente en Nueva York, reconoció a la prensa norteamericana que su principal preocupación es que "todo ha ido según lo acordado". "Sabía que este día llegaría y consiguió enviar el dinero a cuentas ocultas, lo más decepcionante es que hay mucha gente implicada que no será juzgada", añadió. Al fin y al cabo, sólo Madoff y un auditor externo de la compañía han sido acusados criminalmente. La SEC ha presentado cargos civiles contra algunos fondos e inversores. Aun así, Madoff sigue siendo el único cabeza de turco.

Frustración

Muchas víctimas afirman que están frustradas con el proceso con el que un grupo de protección de inversores está compensando a los afectados con sumas que ascienden a un máximo de 500.000 dólares por cabeza. Según su opinión, el sistema de cálculo de compensaciones es bastante arbitrario. Otros creen que es injusto que se les haya cerrado la puerta a indemnizaciones por haber invertido en Madoff a través de terceras personas. Por su parte, Irving H. Picard, el tesorero encargado de recuperar parte del dinero, ha asegurado que está siendo muy complicado reconstruir las conexiones internacionales del fraude.

Picard ha denunciado a varios hedge funds liderados por Fairfield Greenwich Group, gestionado por Walter M. Noel Jr., Jeffrey H. Tucker y Andres Piedrahita. Según el tesorero se retiraron cerca de 3.200 millones de dólares de las cuentas relacionadas con Madoff desde 2002 hasta que el escándalo afloró. En el caso de Santander, el banco español se cubrió las espaldas y pagó 235 millones de dólares a Picard para resolver posibles demandas sobre el dinero retirado por un subsidiario 90 días antes de que el fraude colapsara.

Una cosa está clara. El tribunal se convertirá hoy en un paño de lágrimas, tanto para las víctimas como para la familia Madoff. Se espera un escarmiento. La justicia es el hábito de dar a cada cual lo que se merece. Y Madoff no tiene escapatoria alguna.

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