
Finales de 2008, los niveles de los diferenciales de deuda corporativa se encontraban en depresión económica sólo comparabla con la depresión de los años 30.
El mercado exigía a este tipo de activos primas de rentabilidad históricamente altas, es decir, su precio era muy bajo, lo que suponía una oportunidad de inversión para aquellos que no se creyeran un escenario tan negativo. A principios de mayo resurgía el optimismo, permitiendo a los fondos que invierten en bonos corporativos convertirse una de las claves principales.