
La situación bélica en Ucrania supone un antes y un después para el orden económico y la estabilidad mundial, pero también ha sacado a la luz tensiones entre los países que ponen en riesgo la consecución de los objetivos en cuanto a transición energética de la Unión Europea, creando un escenario incierto en materia de cambio climático. Más allá de las presiones políticas para que se siga luchando para frenar el calentamiento mundial, los inversores tienen un papel cada vez más importante en la consecución de avances, además de una oportunidad, teniendo en cuenta la creciente concienciación de los consumidores respecto a la necesidad de modificar sus hábitos de consumo y contribuir a la sostenibilidad desde diversos frentes.
Antes de la invasión, el objetivo ya era, además de garantizar la seguridad energética, implementar una transición hacia alternativas verdes antes de 2050. Con la actual crisis, esta transformación se ha vuelto más urgente si cabe. No en vano, el plan REPowerEU que lanzó la Comisión Europea el pasado 8 de marzo marca el objetivo de reducir en dos tercios la gran dependencia energética de Rusia de la UE que, aunque más marcada en unos países que en otros, recurre al gas ruso para cubrir el 22% de su suministro energético. La iniciativa prevé asimismo que esta dependencia sea inexistente antes de 2030.
Parte de este plan es positivo y se centra en la eficiencia energética, las renovables y la electrificación como prioridades. Sin embargo, hasta que las renovables sean capaces de producir suficiente cantidad de energía, el gas ruso será sustituido por Gas Natural Licuado (GNL) transportado desde Estados Unidos o la Península Arábiga. Alemania ya ha anunciado la construcción de dos terminales de GNL como parte de un acuerdo de largo alcance con Catar. Más preocupante aún: se podría aumentar la producción de gas de lutita en Estados Unidos, con consecuencias dañinas para el clima y el medioambiente. Y por añadidura, se podría retrasar la sustitución del carbón, tal y como ya han anunciado varios países, entre ellos Francia o Italia. Respecto a la energía nuclear, esta alternativa vuelve a ganar enteros a pesar de los problemas que causan los desechos y los riesgos que supone para la seguridad.
El retraso hacia una transición energética que desemboque en las cero emisiones no puede llegar en un peor momento porque, si no se actúa ahora, se cerrará la oportunidad de mantener el nivel de calentamiento por debajo de 1,5 grados. El informe del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado el pasado 28 de febrero, pasó casi desapercibido en los medios a pesar de sus conclusiones devastadoras para la humanidad. Tanto el IPCC como la Agencia Internacional de la Energía (AIE) condenan el récord de emisiones de CO2 alcanzado por el sector energético: 36.300 millones de toneladas en 2021, superando en un 6% los datos de 2020, el año de la pandemia. A pesar de los compromisos de 80 países en la COP de Glasgow, la posibilidad de lograr la neutralidad en carbono antes de 2050 será aún más incierta si no logramos eliminar pronto nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Y, para colmo, se han rebajado las expectativas para la COP27 en noviembre de 2022, precisamente por la crisis de Ucrania.

Ante esta coyuntura, el papel de los inversores será clave para influir en nuestro progreso mediante la inversión sostenible y la financiación climática. El presidente de BlackRock, Larry Fink, en su carta a los inversores, compartió su creencia de que los actuales acontecimientos, entre ellos la subida vertiginosa del precio de los combustibles fósiles, acelerarán la transición verde y nos harán más prudentes a la hora de consumir. La eficiencia energética en la edificación y la movilidad limpia -el fomento de los trenes y coches eléctricos-, son ejemplos de áreas que se beneficiarán del auge del precio de los combustibles fósiles y que atraerán el interés y el capital de inversores tradicionales y responsables. Y respecto a los Estados Miembros, esperemos que muestren más valor, adoptando compromisos al nivel de Alemania, que hace poco apostó por alcanzar el 100% de energía verde antes de 2035, 15 años antes de la fecha límite de 2050.
Como ha pasado tantas veces en la historia, los mercados pueden ayudar a llevarnos por mejor camino cuando parece que políticamente la situación se empieza a enquistar. Los consumidores son cada vez más responsables. Se trata ahora de poner el dinero donde puede funcionar mejor y donde, sin duda, también rendirá más porque los vientos de cola han de ayudar a una transición que, tarde o temprano, tiene que producirse.