
No es un juego. Pero reúne todas las condiciones para serlo. Más aún en estos tiempos de crisis, en los que parece que todo vale con tal de salir del atolladero. A la hora de buscar alternativas, una de las más socorridas, por aquello de que los países la tienen más a mano, pasa por manejar el valor de sus respectivas monedas. Análisis de Ecotrader: Velas semanales en el euro/dólar.
Una especie de risk de las divisas en el que cada país o región intenta mover las piezas en beneficio de sus economías... al más puro estilo propuesto por Sun Tzu. "La invencibilidad es defensa. La fragilidad es ataque. Defiéndete y tendrás superávit. Ataca y tendrás deficiencias", aconsejaba en El arte de la guerra.
Y precisamente eso, superávit, sobre todo comercial, es lo que pretenden los países más activos a la hora de trucar su divisa. De ahí que pretendan defenderse. ¿Cómo? Depreciándola o devaluándola. O lo que es lo mismo, rebajando su valor. De este modo, persiguen que sus productos resulten más baratos en el exterior, un medio con el que intentan llegar a un fin mayor: que el sector exportador actúe como soporte de la economía a la espera de que vuelvan los buenos tiempos. "La forma más fácil, de siempre, para afrontar este tipo de problemas y mejorar la competitividad han sido las devaluaciones", confirma Javier Ruiz-Peinado, experto en divisas de Saxo Bank.
Actuaciones directas
De lo que no cabe duda es de que la batalla ya está en marcha. Hasta la fecha, los países se agrupan en tres bloques, que resultan de las distintas estrategias adoptadas. Por un lado, figuran los que han emprendido devaluaciones competitivas, es decir, aquellos que han activado medidas para abaratar su moneda.
Para lograrlo, las autoridades tienen a su alcance distintos caminos. La más directa consiste en fijar un nuevo cambio, más bajo que el anterior, para su divisa. Esta artimaña, usada por España hasta en cuatro ocasiones entre 1992 y 1995, no ha sido empleada por el momento. Los países han optado por otra igualmente directa, pero menos traumática y, sobre todo, menos molesta -por no ser tan llamativa- para otros países. Ha consistido en la venta de su propia divisa -o la interrupción de las compras previas- o en la ampliación de las bandas de fluctuación de la moneda.
China está mezclando ambas alternativas, ya que ha decidido frenar la subida que venía registrando el yuan mediante un mayor control del margen de movimiento de la moneda. En contraste con los dos últimos ejercicios, en los que el yuan se apreció un 6% anual frente al dólar estadounidense, en 2009 se deprecia un 0,2%. Lo tienen atado, y bien atado.
Rusia, por su parte, optó por una devaluación controlada a través de la ampliación del margen de fluctuación del rublo a finales de 2008. Sin embargo, las autoridades se vieron obligadas a recular y defender el valor de su divisa porque esa decisión desencadenó una presión bajista mayor de la prevista. "Podemos ver de nuevo medidas de este tipo los próximos meses para tratar de obtener mejoras. Se pueden ver tentados sobre todo los países del antiguo bloque del este de Europa", valora Javier Ruiz-Peinado.
Mirar hacia otro lado
Junto a los países que han adoptado medidas directas ha figurado un segundo bloque, integrado por aquellas naciones que han acogido con alivio la pérdida de valor de su moneda. Ésta se ha producido de forma natural, es decir, como reflejo del impacto suscitado por el debilitamiento progresivo de la economía a causa de la crisis y por la adopción de medidas drásticas, sobre todo en lo que respecta a los tipos de interés. Las autoridades no han buscado la caída, pero ésta tampoco les ha molestado en absoluto.
En este bando se encuentran países como Reino Unido, Nueva Zelanda o Australia. "La caída de la libra, aunque sea impopular, puede resultar que ha sido una buena cosa", aseguró en su blog el último Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, en referencia al efecto secundario positivo que puede tener dicho descenso. A esa terna se suman EEUU, que pese a que proclama su preferencia por un dólar fuerte tampoco reniega de su caída, e incluso la eurozona, ya que Bruselas no dudó en reconocer a comienzos de marzo que veía con buenos ojos que el euro se moviera entre los 1,2 y los 1,3 dólares.
En cuanto al tercer bando, lo conforman Suiza y Japón. Cansados de que sus divisas fueran las paganas de la crisis, ya que han actuado como refugios cuando la tensión ha repuntado, no han ocultado que actuarán para devaluar sus respectivas monedas. Así lo hizo Suiza la semana pasada, que anunció oficialmente que intervendrá para frenar y debilitar el franco suizo.
Próxima estación: Londres
Los contendientes de este combate se verán las caras el 2 de abril en Londres. Y las estrategias cambiarias que están diseñando los países deberían incluirse en el orden del día. Een la anterior reunión, el 15 de noviembre en Washington, los miembros del G-20 mostraron su voluntad de luchar contra al proteccionismo. Y pocas cosas lo son más que devaluar la divisa. En su mano está que la batalla no se recrudezca.