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'Asimetría' monetaria: los bancos centrales aún son cosa de hombres

¡Es cosa de hombres! Estas palabras, con la entonación precisa, evocan al brandy Soberano. Pese a que las manecillas del reloj han dado millones de vueltas desde entonces, hay lugares y ámbitos en los que ese eslogan pervive en toda su extensión, como si el paso de los días no hubiera llevado el color a esos rincones. Aunque en pocos es tan evidente como en los bancos centrales.

¡Ellos sí que siguen siendo cosa de hombres! Encontrar una mujer en sus puestos de mando continúa siendo poco menos que imposible. Su presencia es testimonial y, por ahora, las que ocupan cargos relevantes son más la excepción que confirma la regla que el comienzo de un protagonismo mayor.

Un vistazo a los organigramas de los principales bancos centrales del mundo delata el absoluto dominio masculino, una realidad que contrasta con la evolución que se está produciendo en la vida económica, empresarial y política. Hay y ha habido presidentas o primeras ejecutivas de bancos, como el caso de Zoe Cruz en Morgan Stanley -se vio obligada a presentar su dimisión en los primeros meses de la crisis financiera- o el de Ana Patricia Botín en Banesto.

Casos contados

También dirigentes políticas como Margaret Thatcher en Inglaterra entre 1979 y 1990 o actualmente Angela Merkel en Alemania. Sin embargo, y por raro que suene, ninguna mujer ha gobernado o presidido alguno de los bancos centrales más importantes del mundo. La tendencia, además, es general. No distingue entre entidades añejas, como el Banco de Inglaterra, el Banco de Japón o la Reserva Federal, ni más jóvenes, como el Banco Central Europeo (BCE). La fotografía es similar en todas ellas: los hombres son mayoría y las mujeres se encuentran en clara minoría.

Esta realidad se hace evidente en un rápido repaso de los dos órganos más relevantes e influyentes de estas entidades. A saber, el Comité Ejecutivo o Junta de Gobernadores, que es la auténtica sala de máquinas de los bancos centrales ya que sus miembros preparan, dirigen, supervisan y aplican todas las tareas y funciones de estas instituciones; y los Consejos de Gobierno o Comités de Política Monetaria, cuyos integrantes son los que se ocupan de manejar los tipos de interés y determinar otras medidas de ámbito monetario. En ambos centros de poder, hablar de mujeres en plural resulta casi imposible. Lo normal es hacerlo en singular.

Desde su constitución en 1913, la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, ha tenido 14 presidentes. Y ha sido así. Terminado en tes, no en tas, porque todos han sido hombres. Desde el primero, Charles S. Hamlin, hasta el que ocupa el puesto en la actualidad, Ben Bernanke. Pero hay más datos. De las 91 personas que a lo largo de la historia han formado parte de la Junta de Gobernadores de la Fed, únicamente siete han sido mujeres.

La pionera fue Nancy Teeters, en 1978, a la que posteriormente han seguido Martha R. Seger, Susan M. Phillips, Janet L. Yellen, Alice M. Rivlin, Susan S. Bies y Elizabeth A. Duke, que aún ostenta el cargo. Al menos, y aunque a ritmo lento, la tendencia parece ir cambiando en las dos últimas décadas. De las siete, cinco han desembarcado en la sala de máquinas de la Reserva Federal desde 1990. Ampliando la perspectiva a los doce bancos de distrito con los que cuenta el Sistema de la Reserva Federal, la perspectiva tampoco cambia demasiado. Únicamente dos sucursales están comandadas por mujeres. Se trata de la Fed de Cleveland, presidida por Sandra Pianalto, y la de San Francisco, a cuyo frente está Janet L. Yellen.

Nada de nada

Cruzar el Atlántico no mejora la panorámica. En sus poco más de diez años de historia, el BCE ha tenido dos mandatarios. El primero fue el holandés Wim Duisenberg y el segundo, el francés Jean-Claude Trichet. ¿Y su núcleo duro? ¿Qué hay de su Comité Ejecutivo? Ahí reside la única excepción. Es el caso de la austriaca Gertrude Tumpel-Gugerell. Los otros cinco miembros de la espina dorsal de la entidad son hombres. Curiosamente, entró para sustituir a la primera mujer que se internó en dicho órgano, la finlandesa Sirkka Hamalainen. Las otras diez personas que han pasado por el Comité han sido hombres.

La situación resulta aún más llamativa en el Consejo de Gobierno del BCE, formado por los integrantes del Comité Ejecutivo y los gobernadores o presidentes de los bancos centrales de los países que tienen el euro como moneda común. Ahora, por tanto, está compuesto por 22 personas. Pues bien, 21 son hombres. Gertrude Tumpel-Gugerell vuelve a poner la cuota femenina. Pero es que ninguno de los 27 bancos centrales de la Unión Europea (UE) está comandado por una mujer.

El Banco de Inglaterra, creado en 1694, es presa de la mayor paradoja. Coloquialmente, y dada su longeva historia y su ubicación en pleno corazón financiero de Londres, se le conoce como la Vieja Dama de Threadneedle Street. Pero es una forma de hablar, no una realidad. En sus cuadros de mandos, damas hay pocas. Kate Barker es la única, ya que logra colarse entre los nueve integrantes del Comité de Política Monetaria.

Y en el Banco de Japón, Miyako Suda supone la excepción dentro del órgano que establece los tipos de interés en la segunda economía del mundo, que esta compuesto por ocho personas. En el Banco de Canadá, Alberta Calgary y Carol Hansell forman parte de un Consejo de Gobernadores formado por un total de 14 miembros, mientras que la Junta de Gobierno no cuenta con presencia femenina. No hay duda. Los bancos centrales se han apropiado de aquel eslogan de brandy Soberano, siguen siendo cosa de hombres.

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