"Los americanos deberían reconocer que el miércoles representa un punto de inflexión crítico para nuestra prosperidad futura". Así definía el gurú de la renta fija y presidente de Pimco, Bill Gross, la trascendencia de la reunión de la Reserva Federal (Fed) que concluyó hace unas horas. Pues bien, esa prosperidad ya tiene un precio. Cuesta 600.000 millones de dólares -unos 425.000 millones de euros-, porque ésta será la cantidad adicional de dinero que el banco central norteamericano introducirá en la economía hasta finales de junio de 2011 para intentar reanimarla.
La entidad presidida por Ben Bernanke suministrará esta cifra mediante la compra en el mercado de deuda pública estadounidense a largo plazo. Y lo hará a un ritmo aproximado de 75.000 millones al mes. Eso sí, para dejarse un prudente margen de maniobra, precisó que "revisará regularmente" tanto la velocidad de las adquisiciones como el montante global anunciado para "ajustar este programa como sea necesario para estimular de la mejor forma posible el máximo empleo y la estabilidad de los precios".
Este matiz ha sido la concesión que ha tenido que hacer Bernanke para generar el mayor consenso posible en el seno del Comité Federal del Mercado Abierto, el órgano de la Fed que define la política monetaria en EEUU. Pero, una vez más, no logró un apoyo unánime. Consecuente con la postura que ha defendido durante todo 2010, Thomas Hoenig ha mostrado su disconformidad con el programa de compras, puesto que considera que "los riesgos de llevarlo a cabo superan los beneficios".
'Helicóptero Ben', parte 2
Bernanke, por tanto, respondió a las expectativas y volvió a subirse al helicóptero monetario para enviar una nueva lluvia de dinero sobre la economía. Ya lo había hecho en los meses posteriores a la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008. Entonces, con el sistema financiero norteamericano al borde del colapso, regó el sistema con un programa de compras de deuda pública e hipotecaria por un montante conjunto de 1,75 billones de dólares. Es decir, plantó cara a la crisis con la impresión de más dinero, una alternativa heterodoxa conocida como expansión cuantitativa -quantitative easing (QE), en inglés-. Aquella maniobra fue el QE1. Hoy ha activado su continuación o segunda parte -QE2-.
Además, con esta medida reforzó el programa de adquisiciones de deuda que ya había puesto en marcha en agosto. ¿Qué diferencia hay entre ambas maniobras? Que hasta la fecha utilizaba para las compras el dinero que procedía del vencimiento de los títulos que ya tenía en su balance. A partir de ahora, a esas cantidades sumará el dinero nuevo que introduce con el QE2.
Como remate, reiteró que los tipos de interés permanecerán entre el 0 y el 0,25 por ciento durante "un extenso periodo de tiempo". Cumplirán, así, dos años sin variaciones, porque la Fed los redujo hasta esa horquilla en diciembre de 2008.
Fiel al mandato dual
La prolongación de las medidas cuantitativas responde a dos objetivos. Según confesó el banco central estadounidense, expide ese cheque a la economía "para promover una recuperación más fuerte y ayudar a asegurar que la inflación, a largo plazo, regrese a niveles consistentes con el mandato de la entidad". De este modo, Bernanke se aferró al dual mandato que posee la institución que preside, consistente en perseguir al unísono la mayor estabilidad de los precios con el mayor empleo posible.
Y por el momento, no está logrando ni lo uno ni lo otro. Entre septiembre de 2009 y el mismo mes de este año, la tasa de inflación subyacente -la que no tiene en cuenta los alimentos frescos ni la energía por la inestabilidad de ambos componentes- se situó en el 0,8 por ciento, el nivel más bajo en medio siglo. En cuanto al mercado laboral, la tasa de desempleo se encuentra en el 9,6 por ciento, con lo que permanece en las cotas más altas desde 1983.
Y ahora, lo más difícil
Para revertir esta situación, los expertos subrayan la obligatoriedad de que el nuevo chute de Bernanke llegue al bolsillo de las empresas y los ciudadanos. "El reto de la Fed es lograr que sus nuevos estímulos lleguen a la economía real", asegura Frédéric Leroux, responsable de gestión de riesgos de la gestora Carmignac.
Esta meta depende de que las medidas aplicadas debiliten al dólar y conviertan los miedos deflacionistas en expectativas inflacionistas. De lo contrario, y como advirtió Hoenig, el QE2 sólo servirá para inflar nuevas burbujas y desequilibrios financieros.