
Buenos Aires, 10 feb (EFE).- Una disparatada carrera en los precios de la carne vacuna obliga en estos días a los argentinos, los mayores consumidores del mundo, a rascarse el bolsillo o a optar por la carne porcina, cuyas cuestionables propiedades afrodisiacas se ha encargado de promocionar la presidenta, Cristina Fernández.
El valor de la carne ha aumentado un 40 por ciento en enero pasado, pero se prevé que aún crecerá más porque los precios que se pagan por los animales en el mercado se han duplicado en los últimos dos meses.
"Desde el 15 de diciembre hasta hoy, el valor del vacuno vivo aumentó un 100 por ciento. Al público todavía no ha llegado este aumento", advertió el titular de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carne de la República Argentina (Ciccra), Miguel Schiariti.
Los valores en las carnicerías de Buenos Aires son elocuentes: un kilo de lomo (solomillo) puede cotizar en hasta 50 pesos (unos 13 dólares), barato para un mercado en Londres pero prohibitivo para los bolsillos argentinos, que en promedio cobran salarios de 3.100 pesos (unos 800 dólares).
"La gente con bajo poder adquisitivo no puede comer carne vacuna", sentenció Schiariti, una mala noticia para los argentinos, que en promedio consumen 73 kilos de carne vacuno por año, un verdadero récord mundial.
Un fenómeno similar se registra entre los productos lácteos, cuyo valor también creció significativamente en las últimas semanas.
El precio del ganado en pie ha crecido en forma sostenida por una disminución en el rodeo que los productores atribuyen a las malas políticas agropecuarias impuestas por el gobierno de Cristina Fernández.
Según cálculos del sector, la producción de carne vacuna va rondar este año las 2,4 millones de toneladas, con una faena de entre 10 y 11,5 millones de cabezas, casi un tercio menos que el año pasado.
Argentina siempre se ha jactado de tener más vacas que habitantes, pero eso podría cambiar en los próximos años.
El rodeo actual es de 51 millones de cabezas y ha ido en declive en los últimos años, principalmente porque los ganaderos liquidaron "vientres" (vacas reproductoras) al pasarse a producciones más rentables, como la siembra de soja.
"El gobierno ha destruido la producción y lo único que queda es esperar, al menos dos años, hasta que se recomponga el stock sin intervenciones en el mercado y mientras tanto no van a bajar los precios", opina Schiariti.
Según Raúl Catta, presidente de la Asociación de Productores Lecheros, si se morigeraran los precios de los derivados del vacuno, se "caería nuevamente en la liquidación del ganado porque no sería una actividad remunerativa".
Entretanto, la presidenta argentina, Cristina Fernández, aseguró este martes que la carne "aumentó porque ha llovido mucho y entonces se mantiene toda la hacienda en el campo para engordarla y alimentarla más y, entonces, con eso van a ganar más dinero porque además, se está pagando mejor precio y esto obviamente repercute en los que pagan los consumidores".
"Es cierto: la carne ha aumentado y mucho, como también el precio que perciben los productores que están cobrando precios en sus campos como nunca los habían cobrado en muchísimo tiempo", dijo Fernández en un acto a las afueras de Buenos Aires.
En este contexto, la presidenta ha intentado promocionar las supuestas virtudes "afrodisíacas" de la carne de cerdo y las "adelgazantes" del pollo, pero la primera es igual de cara que la carne de bovino y ambas están muy relegadas en el nivel de consumo de los argentinos, reacios a un sustitutivo de su apetitoso bife.
"La ingesta de cerdo mejora la actividad sexual. No es un dato menor. Además es mucho más gratificante comerse un cerdito a la parrilla que tomar Viagra", dijo Fernández hace dos semanas en un discurso público que desató todo tipo de comentarios y especulaciones.
Pese a esas supuestas virtudes afrodisíacas no son muchos los argentinos que simpatizan con la idea de cambiar un buen churrasco de vaca por un lechón o una pechuga de pollo.