Con casi 150 años y bajo la tercera generación de la familia Lence, el Grupo Viena Capellanes, precursor de la 'cómida rápida', puede presumir de unos excelentes resultados, tras facturar 28 millones de euros el año pasado.
El origen de esta empresa se remonta al año 1873. Fue en aquel año cuando el industrial Matías Lacasa y el médico valenciano Ramón Martí, deciden probar suerte en el mundo de la panadería introduciendo una clase de pan que habían conocido durante un viaje a la capital del entonces Imperio Austro-húngaro, la ciudad de Viena, durante la Exposición Universal de 1870; un pan completamente distinto al candeal, que en aquellos años era prácticamente el único conocido. Se trataba del pan de Viena, que patentaron y fabricaron en exclusiva durante 10 años.
"Pero su impulsor, Matías, falleció pocos años después, sin dejar ningún hijo que pudiera sucederle en su proyecto; ante esta fatalidad, su viuda, Juana Nessi, hubo de recurrir a sus sobrinos nietos para que se hicieran cargo del floreciente negocio. Estos, no eran otros que los hermanos Baroja, Pío y Ricardo, por aquel entonces dos jóvenes estudiantes, que llegarían a ser consumados y conocidos artistas", explica Antonio Lence Moreno, director general del Grupo Viena Capellanes.
¿Cómo se hizo cargo la familia Lence? Pues, durante los primeros años de la tahona, había comenzado a trabajar como aprendiz un emigrante gallego que rápidamente despuntó por sus habilidades y responsabilidad, hasta el punto de que con sólo 18 años llegó a ser encargado general del negocio. Este muchacho, Manuel Lence Fernández, terminó por comprar la empresa a sus propietarios con la ayuda económica de un grupo de inversores a los que convenció para que confiaran en su capacidad y en las posibilidades del negocio, "además de la ayuda física de varios de sus hermanos, a los que poco a poco había ido trayendo desde su Galicia natal".
Después del primer experimento, decidieron probar a ponerlos a la venta y resultó ser un producto atractivo que se implantó en todas las tiendas de Viena Capellanes y ha llegado hasta nuestros días, con algunos de los sabores originales de aquella época, como el de atún y huevo, el de jamón y queso o el vegetal. "Posiblemente es uno de los primeros modelos de comida rápida, que empezó a tener más demanda según fueron cambiando los hábitos de nuestra sociedad, con cada vez más gente que tenía que comer fuera de casa, la incorporación masiva de la mujer al mundo laboral y las nuevas circunstancias sociales que desde aquellos primeros tiempos se vinieron sucediendo".
Proveedores de la Casa Real
También fue una de las primeras firmas que contó con la distinción de Proveedores de la Casa Real, institución que incluso llegó a autorizar la marca de chocolates que se fabricaban en exclusiva, los Chocolates Reina Victoria, marca que con la llegada de la Segunda República en el año 1931 fue forzada a despojarse de sus atributos reales, denominándose Chocolates Victoria, "aún se conservan los moldes con la Reina machacada, por imperativo legal", apunta Lence. "Son numerosas las anécdotas y curiosidades de los primeros años, entre ellas cabe destacar que fue la primera industria madrileña que dispuso de un vehículo de reparto motorizado, en vez de los carros de caballos al uso de la época. No podía ser menos, pues se trataba de una empresa que presumía de disponer de todos los adelantos modernos, como constaba en lugar preferente de todos sus establecimientos".
En esos mismos años 30, se pusieron en circulación unos impactantes vehículos de reparto, los conocidos autogiros de Viena Capellanes, que no eran sino furgones con un curioso diseño de carrocería con formas similares al autogiro de Juan de la Cierva, que contaban con sus correspondientes juegos de hélices articuladas que produjeron más de un susto entre los peatones de la época. "Uno de los autogiros ha sido restaurado recientemente y es utilizado como soporte publicitario de nuestra firma".
En la actualidad, el grupo cuenta con 20 locales de calle y 55 córners Viena ubicados en diferentes empresas, para atender a sus empleados con una variada oferta de comida sana de alta calidad. El pasado año facturaron 28 millones de euros y cuentan con una plantilla estable cercana a las 500 personas, que en su práctica totalidad son personal fijo e indefinido.
Evidentemente, 144 años de historia dan para muchas anécdotas; tal vez la curiosidad histórica más importante sea la de su vinculación con la familia Baroja, que fue su propietaria durante casi 20 años, pero "sinceramente creo que la mejor de las anécdotas es haber sobrevivido este casi siglo y medio, superando dos guerras mundiales, una guerra civil, incontables revoluciones y largos periodos de crisis económicas, especialmente la última crisis que ha supuesto un verdadero drama para muchas empresas y para muchas familias, y de la que Viena Capellanes ha conseguido salir reforzada y creando más de 200 puestos de trabajo en los años más duros de la recesión, a pesar de haberlo pasado tan mal como los demás", concluye Lence.