
Madrid, 15 mar (EFE).- "En la cárcel no estás muerto", sentencia Nicolás para resumir sus años de prisión, en los que aprendió a leer, a escribir y hasta a manejar un ordenador con la meta de dejar atrás los errores del pasado y salir adelante. Ahora, en régimen de semilibertad, trabaja como conductor en un centro de mayores.
Su relato es el de uno de los 1.500 internos clasificados en régimen de tercer grado que cumplen la fase final de su condena en Centros de Inserción Social (CIS) de toda España y que participan en una nueva edición del programa de reinserción laboral Reincorpora, impulsada por la Fundación bancaria "La Caixa".
Una iniciativa que arrancó en 2011 y que, en palabras de su responsable, Josep Oms, es "todo un éxito", pues de los casi 8.000 internos que han participado en distintas ediciones de Reincorpora, tres de cada cuatro han conseguido un empleo que, aunque "temporal", mejora las perspectivas de esas personas, una vez que recuperan definitivamente la libertad.
Hacia ella miran Nicolás, María Eugenia, Anna y Alejandra, que hoy, delante de las cámaras, han contado su experiencia cuando aún no disponen de esa libertad.
Él, el más veterano en este tipo de cursos, habla también con más desparpajo de lo "contento" que está, de lo que ha cambiado su vida y de que en año y medio ha recibido formación en informática, como mozo de almacén y como carretillero, eso sin contar lo "mucho" que le han ayudado en la cárcel, donde aprendió a leer y escribir.
Con cuatro hijos, su mayor apoyo junto al de las técnicas del programa, Nicolás destapa algunos estereotipos carcelarios. "El que quiere salir adelante sale. No se queda estancado, porque el pasado son errores que se cometen pero hay que mirar al futuro y se puede".
"Trabajar, trabajar y trabajar, ese era mi interés desde que accedí al tercer grado. Y lo he conseguido", sonríe Nicolás, que ahora trabaja para una residencia de día de mayores, en la que el pasado se queda "dentro" del CIS.
A Alejandra le espera un año y medio para finalizar su condena, que cumple también en régimen de semilibertad. En el CIS ha aprendido a hacer un currículum o a atender a clientes en una tienda. Durante mes y medio ha hecho una sustitución en una empresa de limpieza y prácticas en un supermercado.
"Mientras tenga trabajo, lo que me salga", dice esta chica de 35 años que trabajaba como peluquera antes de ir a prisión, pero que no tiene problemas para hacer "lo que sea".
Igual opina Ana, que acaba de entrar en el programa Reincorpora con una idea clara: "Quiero formarme, encontrar un trabajo y salir adelante", al tiempo que María Eugenia, de nacionalidad colombiana, ha tenido ya algún trabajo, mientras sigue acumulando formación como auxiliar de comercio y en atención al cliente.
Los cuatro tienen en común la palabra "motivación", según resaltan Lola, una de las técnicos de apoyo de estos internos, y Concha, miembro de la Fundación Tomillo, con la que trabaja Instituciones Penitenciarias.
Porque todos los internos que acceden a Reincorpora han sido seleccionados previamente con la condición fundamental de que tienen interés por lograr un empleo, según ha explicado Isabel del Valle, responsable del Organismo Autónomo Trabajo Penitenciario y Formación para el Empleo (OATPFE), de Instituciones Penitenciarias.
Durante seis meses, interno y técnico siguen un "itinerario de inserción personalizado" en varias fases que van desde determinar las capacidades de cada interno, hasta la búsqueda real de empleo, pasando por la formación y las prácticas. Solo un 9 por ciento deja este camino.
Y en la meta de ese recorrido está lograr un empleo con alguna de las 561 empresas dispuestas a firmarlo (en 2011 eran solo 82). A ellas, dejan claro todos, no se les "vende" contratar a un recluso, sino a una persona "preparada" para ese puesto de trabajo.
"Son personas que pueden desempeñar ese empleo, sin más. Hay que huir de las etiquetas", coinciden los responsables del programa, mientras que sus cuatro protagonistas por un día sonríen y atienden con cierta timidez a los periodistas, a los que prefieren no desvelar detalles de ese pasado que tratan de dejar atrás.