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'Abogados del Poder': una historia de los bufetes más influyentes

Foto: Archivo

Abogados del Poder, escrito por el director de Iuris&Lex, Xavier Gil Pecharromán, y publicado por La Esfera de los Libros, es la historia de los grandes bufetes españoles y extranjeros que operan en España. Es una gran radiografía sobre desde dónde viene y hacia dónde va la abogacía española.

De trata de un análisis sobre las estrategias exitosas que han situado en la élite a algunas firmas, y catastróficas, que han hundido en cuestión de días o semanas a despachos consagrados, que desaparecieron casi sin dejar ni recuerdo.

Abogados del Poder muestra que se trata de una fina capa. Un grupo de elegidos. Están muy por encima del resto de su colectivo. Una élite para la gloria que extiende su influencia sobre todas y cada una de los estratos de la sociedad. Entre un grupo de más de 125.000 letrados ejercientes en España, los abogados que se desenvuelven en las esferas del poder son muy pocos. Son consejeros de las entretelas del poder económico, financiero y político. Son abogados del poder, la élite de los juristas del país.

Una excelencia de individualidades

A finales del siglo XIX y durante una buena parte del XX eran una selecta estirpe de catedráticos de universidad, que atendían en sus casas a los clientes, con la ayuda de profesores, ayudantes y alumnos. Joaquín Garrigues, Rodrigo Uría, Gaspar Ariño, Juan Antonio Sagardoy, Abdón Pedrajas, Efrén Borrajo, Juan Molins, Manuel Broseta, Manuel Cobo del Rosal, Miguel Bajo, Alberto Bercovitz son claros ejemplos de este modelo. A esta casta universitaria se han sumado en los últimos años algún antiguo magistrado, como Juan Antonio Choclán, o exfiscales como Juan Cesáreo Ortiz Úrculo, o Javier Sánchez Junco.

Hace 40 años no existían despachos colectivos importantes, porque, sencillamente, no había necesidad. Los grandes despachos pertenecían a un solo titular, asistido de otros abogados y pasantes con capacidad para ocuparse de cualquier área del Derecho con gran eficacia.

Algunos de estos despachos eran conocidos por su destreza en distintos campos, pero sus conocimientos eran universales y su actividad fundamental era el litigio y pocos eran los clientes que acudían al profesional para recabar asesoramiento previo para evitar el conflicto. Sin embargo, la globalización y la necesidad de prevenir los procedimientos por sus cada vez más inciertos resultados y elevados costes han llevado a una enorme complejidad, reflejo de los entresijos del tejido empresarial del país, lo que hace que ya no sea posible el abogado de conocimientos enciclopédicos para ofrecer unos servicios de calidad.

Por ello, ha sido necesaria la especialización y la internacionalización. A pesar de ello, una mínima parte de los bufetes españoles siguen conformando la élite profesional. En esta evolución se han involucrado las mayores firmas nacionales. Garrigues, Uría Menéndez, Gómez-Acebo & Pombo o CMS Albiñana & Suárez de Lezo son su paradigma. Multidisciplina e internacionalización son sus claves. Pero no todos han aplicado el mismo esquema, ya que, además, se han superespecializado. Este es el caso Sagardoy Abogados, Bird & Bird o Elzaburu. Con ello, buscan una ventaja competitiva al convertirse en despachos diferenciados del resto.

Los despachos que persiguen una cobertura global lo hacen a través de distintos métodos, que van desde el establecimiento de alianzas, sucursales, fusiones y absorciones, acuerdos con firmas de best friends (amigos preferentes), creación de joint ventures o de franquicias, como ocurre en el caso de Baker&McKenzie. Tres de las firmas más grandes del continente europeo son españolas, sólo comparables a las entidades anglosajonas.

No se puede perder de vista que en los últimos años se está produciendo una creciente unificación o armonización del derecho empresarial a nivel mundial, lo que supone que los abogados tengan necesidad de una formación internacional y un profundo conocimiento de idiomas, culturas y sistemas jurídicos diversos.

Aunque estas grandes firmas emplean centenares de abogados y figuran incluso en los rankings globales y europeos, también hay abogados de renombre que han trabajado en ello, grandes, pero se han mudado a lo que ahora se llaman boutiques o se han establecido por su cuenta para encontrar mayor libertad en el desempeño de su profesión.

La tendencia actual de las grandes empresas para que sus asesores legales externos se presenten de un desfile de belleza es sólo en parte atribuible a los objetivos de reducción de costos mientras que otra parte importante se justifica en el deseo de los asesores jurídicos de empresa de ?hacer pasar por el aro a los profesionales de los grandes bufetes, mejor pagados que ellos?.

Hablar de los abogados cercanos al poder es muy complicado, porque la gran mayoría huye de dar, no ya información sino pistas sobre sus clientes y actuaciones, fundamentalmente cuando se trata de casos espinosos.

Habitualmente las grandes operaciones realizadas por los despachos se conocen a través de los propios clientes o no se dan a conocer. Saber algo sobre sus actividades de estas firmas es muy complicado. La discreción del abogado es no sólo se basa en los condicionantes del secreto profesional, sino también por las distintas implicaciones que puede tener cualquier negociación en el mercado, como la existencia de un tercero que quiera dinamitar un acuerdo que no le conviene. En este caso, cuanta más información tenga el competidor, más fácil le será conseguir su objetivo.

La narración se remonta al Conflicto de la Canadiense, el mayor pleito de la historia de la abogacía española, que se inició en 1946 y concluyó en 1967 y en el que intervinieron todas las grandes firmas del momento, incluidos los despachos de los hombres más influyentes en cada momento. Por ello, esta es una historia trufada de anécdotas sobre grandes pulsos, también sobre decisiones casuales que resultaron decisivas.

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