
Wadi Jaled (Líbano), 8 ago (EFE).- La presencia prolongada de los refugiados sirios en el Líbano comienza a pesar sobre la vida de los libaneses y de las ONG, que no dan abasto, mientras que los desplazados se sienten defraudados al asegurar que no reciben la ayuda necesaria.
"Las familias libanesas están soportando más de lo que les permiten sus fuerzas y sus medios para ayudar a los refugiados, pero si la situación continúa así, podría llegar a explotar", advierte el presidente del comité local de ayuda a los refugiados en la región de Wadi Jaled, donde se concentra el mayor número de desplazados de Siria.
Ali Badawi, que es también alcalde de una localidad de esa región, asegura a Efe que en ella hay al menos 1.280 familias sirias, cada una de ellas compuesta de ocho a diez personas, la mitad de ellos niños, y casi en su totalidad proceden de la región siria de Homs, limítrofe con Wadi Jaled.
"Siguen llegando, pero ahora su número ha disminuido de modo considerable desde que los sirios comenzaron a bombardear Homs. Además, nadie se puede acercar a 50 metros de la frontera porque disparan hasta si un gato hace ruido", cuenta Badawi.
Explica que la población de Wadi Jaled, que vivía del contrabando entre ambos países, especialmente de combustible, está arruinada, y a su juicio el 90 % de la población local se ha visto perjudicada.
"Los libaneses, que saben lo que es la guerra, les abrieron sus casas, no podían permitir que los refugiados durmieran en la calle. Pero la situación se prolonga demasiado y a la gente ya no le queda nada más para dar", opina.
Seis asociaciones trabajan en la región de Wadi Jaled con los desplazados sirios: el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), los Consejos noruego y danés para los refugiados (NRC y DRC), Islamic Relief (con base en Londres), Acción contra el Hambre y una asociación qatarí de ayuda humanitaria.
Cada una de ellas está especializada en un campo, pero muchas veces la coordinación entre ellas es deficiente.
Hania el Badawi, que trabaja para Islamic Relief, explica que no logran abastecer a todo el mundo.
"La mayoría de la gente que llega no trae nada y solo gracias a las donaciones particulares podemos llevar a cabo nuestra misión", explica.
El Badawi confirma que muchas veces los refugiados venden los productos que se les dan y apunta que, entre los desplazados que vienen de Siria, "un 20 % son libaneses, que vivían allí y tuvieron que abandonar ese país a causa de la guerra".
Sin embargo, estos no reciben la misma ayuda que los sirios, a quienes se les reparten 500 cajas con alimentos, mientras que a los libaneses solo 200.
La cooperante ha visto niños con grandes traumas, como una pequeña de dos años que vio a su madre cuando la asesinaban mientras la tenía en brazos.
"No hablaba con nadie, siempre se sobresaltaba", dice El Badawi, y recuerda también el caso de un pequeño de 6 años, que cada vez que escuchaba la palabra "shabiha" (milicianos del gobierno sirio) se desmayaba porque presenció el asesinato de sus vecinos y creía que venían por él.
"Desafortunadamente, hasta ahora, no hay una atención específica para esas criaturas y la que se les brinda es mínima", agrega con la mirada entristecida.
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