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Defraudar a las empresas: de la furgoneta con jamones a las tramas internacionales

Las empresas sufren robos al descuido por abuso de confianza de sus empleados y desaparece material o equipo, pero los más costosos son los realizados por altos directivos. Bien a golpe de 'visa oro' o por medios más sofisticados. El que quiere robar siempre encuentra justificación para hacerlo, aunque lo más abundante son venganzas por sentirse mal valorado.

El robo de productos suele ser el más corriente entre los empleados. Aunque sea de bajo coste, la continuidad delictiva en el tiempo termina suponiendo un auténtico dineral, aunque este tipo de delitos sean los más sencillos de detectar.

Así, por ejemplo, la Policía Nacional detuvo hace unas semanas a un transportista que trabajaba para una empresa valenciana como presunto autor de un delito de hurto continuado de jamones ibéricos, ya que se apoderó de 254 de ellos valorados en unos 60.000 euros de la empresa de embutidos. En el momento de la detención llevaba seis de ellos.

La tentación de las llaves

Más difícil de detectar resulta el caso en que es el directivo quien roba, ya que él impone y verifica los controles. Tal es el caso del director de almacén de una gran superficie comercial que desviaba algún camión de reparto de botellas a un pub cercano donde las vendía. Para disimular el robo, registraba la entrada del material falsificando los albaranes. El delito se detectó varios años después, cuando la dimensión del volumen de botellas registradas en los anaqueles triplicaba físicamente las dimensiones del almacén.

Por cierto, que el directivo de la empresa reconoció que sabía que antes o después le iban a descubrir, pero ya se había acostumbrado a los ingresos extras y era incapaz de rebajar su nivel de vida.

La tarjeta de la empresa

Uno de los fallos de los controles de seguridad más clamorosos es el de las tarjetas de crédito. Cuanto mayor es el nivel más facilidad hay para encubrir gastos personales y extracciones de dinero en los cajeros. Las cifras defraudadas suelen ser, tras un periodo de actuaciones más o menos largo, muy elevadas. Con extracciones de 600 euros cuando se quiso detener a uno de los investigados, la cifra ascendía a 400.000 euros.

Lo de meter la mano en la caja, considerada aquí como picaresca española, es una de las corrupciones que peor llevan holandeses, daneses o alemanes, que se lo piensan dos veces antes de comprar una empresa española o de abrir una sucursal.

Crear negocio propio o por venganza

Aunque la obsesión de los departamentos de informática es protegerse de la entrada de intrusos a través de los servidores, la mayor parte de los robos de propiedad industrial los ejecutan directivos de la empresa.

Resulta muy común el robo de información en una empresa para ser utilizada particularmente por el directivo en negocios personales, paralelos a su trabajo en la entidad, para fundar su propia empresa, o para ser vendida a un competidor.

Pero la causa más frecuente es la venganza. Un directivo que se siente poco reconocido o que ha sido despedido puede encontrar en el hurto la manera de perjudicar a la empresa y de sentirse compensado.

Robo de secretos

En los departamentos de ventas, por ejemplo, lo más corriente es tratar de robar la base de datos de clientes y de clientes potenciales. En otros, lo que se trata de conseguir son los planes de negocio, campañas publicitarias, diseños o planos, que son grandes activos de la compañía.

Estos robos de secretos industriales y de propiedad intelectual resultan muy difíciles de detectar puesto que quienes los realizan suelen dejar pistas o incluso implicar a empleados de la empresa con escasos conocimientos técnicos, que aparecen como culpables del desmán al revelar su contraseña, desactivar un programa de seguridad, realizar una copia ilegal o activar un virus.

Basta con que un usuario avezado decida aprovechar la línea ADSL de la empresa e instalar un programa de intercambio de archivos peer to peer en el ordenador para bajarse música o películas.

El mejor ejemplo se dio en Estados Unidos en 2006 con la más emblemática de las empresas en lo que se refiere a secretos industriales: Coca-Cola. En este caso, una directiva media de la compañía fue detenida cuando intentaba vender información secreta sobre la fórmula a Pepsi-Cola, la gran empresa de la competencia. En este caso fue Pepsi quien avisó a su competencia del intento de robo. La directiva actuó en connivencia con personas externas a la empresa que hicieron de intermediarios.

Para cumplir los objetivos

Las empresas que imponen a sus directivos objetivos poco reales sufren las consecuencias, ya que una buena parte de ellos maquillará sus resultados para percibir sus incentivos, lo que hará que la contabilidad sea irreal y, en muchas ocasiones coloque a la empresa en una situación desesperada.

Mucho peligro tienen los que maquillan los ingresos de dinero para justificar las cantidades que distraen hacia sus cuentas.

Mediante compañías comisionistas

Algunos directivos se especializan en crear cuentas fantasmas de acreedores que desvían dinero a otras abiertas a nombres de familiares o amigos. Más corriente es crear sociedades intermedias entre los proveedores y la empresa para encarecer las compras con la comisión que perciben ests individuos.

Esta actividad no afecta sólo al material que compra la compañía, sino que durante los últimos años ha sido muy corriente en la compra de inmuebles, donde sin moverse de la propia notaria el alto directivo conseguía plusvalías de hasta un millón de euros sin que la empresa se enterase hasta muchos años después.

Timo en compras y fusiones

Lo mismo ocurre con las empresas que obtienen unos beneficios discretos, lo que redunda en un menor reparto de dividendos, ya que en la cúpula de la compañía suele tener tentación de maximizarlos para mejorar el reparto entre los accionistas, sobre todo si la empresa tiene un posible comprador.

Se han comprado empresas con notable ligereza. Pues una vez que el comprador ya es el nuevo dueño empieza a detectar maquillajes para mejorar las cuentas o, incluso, vaciados patrimoniales que no constaban en la contabilidad. Lo mismo ocurre con las emisiones de deuda empresarial.

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