
En lo que llevamos de 2021 se han producido en el mundo flujos de casi 180.000 millones de dólares hacia fondos ESG (medio ambiente/social/buen gobierno corporativo) frente a los cerca de 5.000 millones anuales que se registraron hace escasamente cinco años (Fuente: Morningstar). Según The Economist, cada día se crean tres nuevos fondos ESG.
No obstante, esta ingente cantidad de dinero no recoge todo el flujo hacia los llamados "valores verdes", que incorporan actividades como eficiencia energética, generación por renovables, baterías e hidrógeno o los vehículos eléctricos y sus componentes, entre otros. Esto es así porque no son solo los fondos gestionados bajo la filosofía de "inversión socialmente responsable" (inversión SRI, en inglés) los que invierten en ellos, sino que muchas gestoras de activos han adoptado criterios ESG para toda su cadena de proceso de inversión, lo que multiplica la demanda de compañías ESG compliant y el incremento de demanda sobre ellas. No es sorprendente ver entonces revalorizaciones en los últimos doce meses que superan el 200% (muy notablemente en el entorno del vehículo eléctrico).
"Si bien ya hay valoraciones alegres", la situación actual dista mucho de la evidente burbuja que protagonizaron los valores puntocom
Es inevitable hacer una comparación con la carrera descontrolada al alza de los llamados valores dot com a finales del pasado siglo y que todos sabemos cómo terminó. El índice Nasdaq (de valores tecnológicos) pasó de niveles de 1.000 en 1996 a 5.000 en enero del año 2.000, para retroceder a niveles de 1.500 en 2002. En aquellas fechas la internet era el nuevo paradigma de inversión en la nueva economía y se llegaron a inventar medidas de valoración tan absurdas como el multiplicador de precio sobre clics en las webs, porque no había medida de rentabilidad sobre la que comparar las cotizaciones.
Sin duda, la situación actual dista mucho de aquella evidente burbuja. Si bien hay multitud de valores verdes que no son rentables todavía y ya incorporan valoraciones exigentes o quizás mejor, alegres, en sus precios, en general los niveles de valoración parecen mantenerse (simplemente) razonablemente sobrevalorados (algo lógico cuando forman parte del "tema de inversión" más aclamado en estos momentos por los inversores). La pregunta es hasta donde, claro. En estos momentos, en un cálculo muy general podríamos alcanzar relaciones precio-beneficio en torno al doble del P.E.R. del índice USA Standard & Poor's. No parece una locura, pero obviamente la dispersión es elevada, con lo que hay compañías cotizando en línea con los dot coms más aguerridos de los años 90.
"Es probable que estemos ante un nuevo paradigma, que, no obstante, podría sufrir en algún momento su marzo del 2000"
Una cuestión importante resulta de recordar donde están los valores tecnológicos en este momento. Aupados por el efecto pandemia de 2020 y aunque ya algo corregido en cierta medida, hay que resaltar que en 2021 más de un dólar respecto de tres de valor del índice americano corresponde a acciones tecnológicas. Y, en este sentido, hay que recordar también que un elevado porcentaje de las actividades verdes llevan incorporadas el componente tecnológico.
No es casualidad que todos los paquetes de impulso económico en el mundo (muy especialmente nuestro fondo europeo de resiliencia y recuperación) insistan de forma muy mayoritaria en la digitalización y la sostenibilidad como las dos grandes fuerzas a potenciar en el futuro de las economías y como la mejor vía para avanzar hacia un mayor progreso. Es bastante probable que estemos ante un nuevo paradigma, que, no obstante, podría sufrir en algún momento su marzo del 2000.
Javier Méndez Llera es secretario general del Instituto Español de Analistas Financieros (IEAF) / Fundación de Estudios Financieros (FEF).