
Los inversores pueden clasificarse dependiendo de las acciones en las que se fijan a la hora de elegir dónde destinan su dinero. Fijarse en el crecimiento -growth- o en el valor -value- de las compañías es clave. Pero, ¿en qué consiste concretamente este tipo de inversión?
Estamos claramente en la década del growth. O eso, al menos, es lo que se atreven a afirmar muchos expertos. Pero, ¿qué significa este término tan utilizado últimamente? La traducción literal al castellano es crecimiento, y eso es, precisamente, lo que esperan los inversores que apuestan por esta clase de acciones, un rápido crecimiento de las ventas y, por tanto, de los beneficios de este tipo de compañías. Se trata, según la definición de Selfbank, de "títulos de empresas en fase de expansión y que pueden continuar creciendo en los próximos años, que suelen operar en mercados cambiantes y con mucha competencia, como el tecnológico".
Es decir, se trata de empresas de calidad, que se las presupone capaces de continuar generando cuota de mercado e ingresos y capaces de seguir creciendo en cualquier entorno bursátil, también en uno con volatilidad como el que se está viviendo actualmente.
Sin embargo, este tipo de inversión no es algo reciente. Surgió hace más de medio siglo en Estados Unidos de la mano de Phillip Fisher. El inversor norteamericano afirmaba que "no hay que cometer un error descontando el factor tiempo en una inversión growth" y que "no hay que pensar que por que una acción cotice a un PER -veces en las que el beneficio está recogido en el precio de la acción- alto es un indicador de que el precio ya descuenta gran parte del crecimiento de la compañía".
Concretando, ¿qué características tienen los inversores que se decantan por esta clase de activos? Ignacio Rambaud, responsable de comunicación y ‎marketing de Fidelity, lo tiene claro: "Tienen que estar dispuestos a asumir pérdidas". Y "a comprar caro, pero vender más caro todavía, añade Fernando Luque, editor jefe de Morningstar. Esto se debe a que "normalmente tienen una mayor volatilidad", aseguran desde Selfbank. "Aunque en la práctica a veces no ocurre, suelen ser empresas más volátiles en bolsa, sensibles a los datos que presentan periódicamente sobre la evolución de su negocio. Al operar en sectores con pocas barreras de entrada, sus posibilidades de éxito -o también de fracaso- son superiores", concluyen.
Y es que este tipo de inversores otorgan más importancia al potencial de las compañías descartando el valor en sí de las mismas y optando por aquellas que cuenten con algo novedoso, lo que con el tiempo atrae a un mayor número de inversores, y hace que la rentabilidad obtenida sea grande y se relativice el riesgo asumido con la inversión. Es decir, basicamente se trata de comprar títulos de empresas que, gracias al crecimiento que se supone desarrollarán con el paso de los años, su valoración también aumentará, aunque ahora ya se encuentren cotizando a un precio alto.
¿Mejor growth que value?
A pesar de que este tipo de práctica ganó algunos enemigos con el estallido de la burbuja tecnológica en el año 2000 y de que Warren Buffet considera a ambos estilos de inversión como las dos caras de una misma moneda, "en los últimos cinco años, el growth le ha ganado la batalla al value", asegura Luque.
Y parece que sí que es así. En el último lustro, el índice MSCI World Growth se ha revalorizado cerca de un 50 por ciento, mientras que su homólogo, el MSCI World Value, lo ha hecho poco más de un 30 por ciento.
Desde 2000, la situación es similar: el primero sube un 44,5 por ciento cuando el segundo lo hace un 35 por ciento, después de que en 2008 ambos índices vivieran su peor época -desplomándose un 42 por ciento anual-.
Según recoge Morningstar, algunos analistas argumentan que uno de los motivos de que el growth se coloque por delante del value "es el hecho de que el estilo de crecimiento suele comportarse mejor en periodos de elevada liquidez en los mercados". Sin embargo, en lo que llevamos de año es el value el que ha cogido la delantera, apuntándose un alza del 4,5 por ciento, mientras que su compañero el growth cede un 0,3 por ciento. Y es que, según puntualiza Javier Monjardín, director de análisis de Tressis, "en Europa hay más value porque la composición del mercado es diferente y por eso no hay tanta diferencia entre un tipo de inversión y otro".
Aún así, ambos se encuentran lejos de superar a su mejor año vivido. En el caso del MSCI World Growth fue en 2009, cuando se revalorizó cerca de un 31 por ciento. Para el MSCI World Value fue algo antes, en 2013, justo tras el estallido de la burbuja de las puntocom, la mayoría empresas muy de crecimiento. Ese año subió un 35 por ciento.