Evasión

Crítica de Confidencial: Michael Fassbender y Cate Blanchett en la última de Soderbergh: tan british que solo por eso vale la pena

Cate Blanchett en 'Confidencial'.

Al verla dan ganas de irse a Londres y comprarse unos trajes: en los salones enmoquetados del servicio secreto de Su Majestad, donde se toman las decisiones que nadie firma, se desarrolla Confidencial, la última filigrana de Steven Soderbergh. El director de Traffic (nacido en Atlanta, de ascendencia sueca), se pone en modo muy british en este thriller de espías con más miradas que acción. Soderbergh, de 62 años, que cada cierto tiempo finge jubilarse, regresa al tablero con un juego donde la traición huele a perfume caro y el peligro se sirve como el vino bueno en copas de cristal fino: actores elegantes, muy británicos (en la versión original todos se oyen como shakespirianos, incluso los que no lo son) y ambiente exquisitamente inglés. Pero con una trama demasiado críptica como para entender el relato sin esfuerzo.

Con ese pulso de cirujano que le caracteriza, Soderbergh nos sienta a cenar con un puñado de mentirosos profesionales. Espías, claro, pero también esposos, amantes, colegas: gente que ha hecho del engaño una forma de cortesía. El alemán Michael Fassbender y la australiana Cate Blanchett hablan un inglés tan puro que no parecen ser extranjeros: ellos son el centro geométrico de esta historia. Él, con su expresión de mármol veneciano, sus jerseys de cuello alto, es un hombre al que no se le ha escapado un gesto desde hace tres películas. Ella, en cambio, es todo insinuación, una víbora vestida de alta costura que sabe cómo matar sin dejar huella.

Estamos ante un juego de espejos, pero también de elegancia extrema. Hay una cena. Bueno, hay dos: una al principio y otra al final. Entre ellas, ambas en la fabulosa casa de Blanchett y su marido, discurre el arco narrativo. Hay invitados.

Hay una filtración de secretos de Estado y un marido que observa, copa en mano, como si estuviera contemplando una partida de ajedrez donde cada peón tiene un rostro conocido. A medida que avanza la velada, lo que parecía un drama doméstico adquiere los contornos de una conspiración geopolítica.

Pero Confidencial no se contenta con reproducir el molde clásico del thriller. Soderbergh lo decora con una melancolía que recuerda a las viejas películas del espionaje de la Guerra Fría, cuando los hombres llevaban gabardina y las mujeres fumaban con guantes. En vez de explosiones (hay una), hay silencios. En lugar de persecuciones, hay miradas cargadas de doble filo. El suspense no se basa en la acción, sino en la duda: ¿quién miente mejor? ¿quién finge amar mientras acaricia un puñal? Y la sensualidad, el coqueteo y las miradas fluyen. "¿Te has masturbado esta mañana?", pregunta Michael Fassbender a Marisa Abela, una compañera, mientras le hace el polígrafo. "No, tenía prisa", responde ella con naturalidad.

Como en una novela de John le Carré pasada por el filtro del Vogue, lo importante aquí no es tanto el desenlace como la atmósfera. Es por lo que vale la pena este Soderbergh menor pero muy bonito, muy estético, muy cuidado en los detalles, en el escenario. Pierce Brosnan madurito (va a cumplir 72), va de secundario. Su papel podría ser de un James Bond prejubilado (ahora es jefe de espías) y su vestimenta es tan divina que puede hacer parecer poco elegante al mismísimo príncipe de Gales. Hay belleza en cada encuadre, como si el director quisiera acariciar la estética de la traición. Incluso los diálogos —fríos, calculados, como bisturís— suenan como parte de una partitura ensayada durante años en embajadas, dormitorios y despachos de psiquiatras con paredes de cristal para admirar todo Londres.

En un momento dado, la película deja entrever que el conflicto que se narra —la lucha silenciosa entre agencias, gobiernos, compañeros de trabajo, ladrones, amantes y cónyuges— es apenas un reflejo de la nueva Guerra Fría que se cuece entre Occidente y esa Rusia que ha vuelto a servir como amenaza real.

Confidencial no es una obra maestra, pero sí una pieza elegante y venenosa. Una historia en la que la sensualidad y el deseo que flota, la elegancia y la traición duermen en la misma cama, y donde la única verdad es que nadie dice lo que realmente piensa. Ni siquiera el director. Michael Fassbender y Cate Blanchett valen la pena y Steven Soderbergh les rodea de unos escenarios exquisitos y varios actores de moda en Inglaterra como Marisa Abela (Amy Winehouse), Tom Burke (Jack en Furiosa: A Mad Max Saga), Naomie Harris, una habitual de las entregas de James Bond que también ha sido Winnie Mandela), Regé-Jean Page (Simon Basset, duque de Hastings, en Los Bridgerton) o el citado Pierce Brosnan.

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