Parece que el mercado empieza a descontar la caída del oro negro pero cuidado con una relación petróleo-bolsa llena de sorpresas
El barril de petróleo cuesta ahora un 15% menos que su precio medio de los últimos tres meses. Si el precio se mantiene entre los 60 y los 65 dólares (referencia WTI al contado), cabe preguntarse qué viene después de una caída tan fuerte. Sin duda una baja de la inflación, sobre todo de la inflación americana, por tradición más sensible a los precios del petróleo que la europea. El IPC americano debería volver a situarse por debajo del 4% interanual en agosto y registrar en septiembre una fuerte caída hasta situarse cerca del 3% por la desaparición del 'efecto Katrina'. En Europa, no excluimos una moderación del 0,3%-0,5%.
Pero podría también producirse un impacto del petróleo sobre el crecimiento, algo quizás menos esperado pero más importante. El coste de la gasolina influye directamente sobre la confianza de las familias y su nivel de gasto.
En Estados Unidos, el desplome del precio es una buena noticia. Debería contrarrestar el efecto depresivo de la crisis inmobiliaria y estimular el gasto. Es probable que la fuerza de la economía pueda sorprender al alza, y cuanto peores sean las expectativas del mercado, más grande será la sorpresa. Cabe destacar que tenemos más dudas sobre una sorpresa similar en Europa no solamente porque el efecto sobre el gasto suele ser históricamente más moderado sino porque el consenso sobre el crecimiento nos parece ya demasiado optimista para lo que queda de año. Por tanto, es menos probable que las cifras del PIB sorprendan al alza.
La comparación con EEUU y Europa trae consigo una consecuencia inesperada: el crecimiento sería más fuerte en Estados Unidos y más débil en Europa, cuando los inversores esperan lo contrario. ¿Cómo puede reaccionar el mercado? En tendencia, la baja del petróleo anuncia una mejor combinación inflación-crecimiento, lo que a priori no es negativo para la bolsa. Sin embargo la historia reciente muestra que la correlación bolsa-petróleo es compleja. En 2005 y hasta mayo de 2006, la subida del petróleo no ha impedido la de las bolsas como consecuencia de la fuerza del crecimiento y de los beneficios de las empresas. Y al contrario, la baja del petróleo no es garantía de subida de las acciones.
Podemos dibujar dos caminos distintos:
- El desplome del petróleo fortalece las previsiones de crecimiento y Wall Street olvida sus expectativas de recesión. Europa también sale más fuerte. A pesar de la baja de la inflación, la deuda reacciona con más nerviosismo tras una primera reacción alcista. Los tipos a largo suben y la curva de rendimientos empieza a volver a la normalidad. Sería una victoria para Bernanke y la Reserva federal, probablemente bien recibida por Wall Street pese a la corrección de los tipos. En este entorno, La renta variable podría emprender de nuevo vuelo hacia sus máximos históricos y Europa compartiría este optimismo.
- Los inversores siguen atentos a los costes laborales y la inflación subyacente, al menos en Estados Unidos. Más crecimiento significa más empleo, más salarios y dudas recurrentes del mercado sobre los costes laborales y los beneficios. Aunque dudemos de que esta situación sea pretexto para otra subida de los tipos de la Fed, el mercado podría volver a presionar a Bernanke si la inflación subyacente no muestra señales de moderación. Esta inercia sería un riesgo mal percibido por Wall Street, al menos hasta principios de 2007. La ironía es que la baja del petróleo sería percibida como un problema para Bernanke.
En ambos casos, baja la deuda y los tipos a largo suben como reacción a la desaparición de las expectativas de recesión. La reacción de la renta variable depende de la tolerancia de Wall Street a una inflación subyacente más inerte que esperada, o de si la Reserva Federal consigue o no pacificar las anticipaciones de los tipos.
A la vista de la fuerza de las acciones estos días, parece que la renta variable ha optado por una lectura optimista de los posos del café, al menos mientras no tengan que codearse con las resistencias históricas que marcan la recuperación bursátil desde 2003.