Ben Bernanke y el consejo de la Fed han elegido el camino de los mínimos. Han admitido la existencia de cierta restricción de la liquidez y han reiterado que la economía tiene solidez como para absorber las turbulencias financieras, sin perder su momento económico.
Esto significa que el consejo no tiene necesidad de cambiar su política y que el control de las expectativas de inflación a medio plazo sigue siendo su prioridad.
No hay duda de que esta actitud conservadora tiene la ventaja de mantener la confianza del mercado: la Reserva federal no está para asustar, sino para tranquilizar. Y al mercado le gustó.
Queda por ver si el optimismo razonable de Ben Bernanke no se verá truncado por el desarrollo de la crisis. Puede que la Fed infravalore el estrés soportado por el sistema financiero o los daños colaterales sobre la economía real. En ambos casos, el riesgo es que su pasividad se perciba dentro de algunos meses como una prueba más de que esta institución nunca ha sabido anticipar una crisis de liquidez en toda la historia financiera.