Indices Mundiales

Los analistas siempre van por detrás del mercado

Los que quieran una prueba tangible de la incapacidad del análisis fundamental para anticipar los mercados (es decir, que siempre va por detrás de éstos), ahora tienen una palmaria.

En marzo, el consenso de analistas tenía claro que el crecimiento de los resultados empresariales se iba a reducir drásticamente en el primer trimestre después de un récord de 14 trimestres consecutivos creciendo por encima del 10%. La previsión media era del 3,7%.

Ahora, hemos pasado el ecuador de la temporada de resultados y el crecimiento de las empresas del S&P 500 ha sido hasta el momento del 8,1%. Algo que explica el espectacular ‘rally’ de Wall Street en las últimas semanas, que se han perdido todos los inversores que hicieran caso a los sombríos pronósticos de hace dos meses.

En Europa el fenómeno es todavía más exagerado, con un crecimiento hasta la fecha para las empresas del Stoxx 600 del 24,9%, 8,3 puntos por encima de las previsiones. Según un informe de UBS, la tónica en los 90 era que los analistas tenían unas expectativas iniciales muy altas, que iban rebajando conforme se acercaba la temporada de resultados. Pero desde 2005, esta tendencia se ha dado la vuelta: los pronósticos iniciales son muy pesimistas y después se elevan.

En 2007 está ocurriendo de nuevo. Las grandes firmas de análisis están revisando al alza sus previsiones de resultados, que a su vez se traducen en una mejora de los objetivos para los índices. El caso más llamativo ha sido el de Abby Cohen, la famosa gurú de Goldman Sachs, que ha elevado su objetivo para el S&P 500 hasta 1.600 puntos desde 1.550, y para el Dow Jones hasta 14.000 desde 13.500. Detrás, por supuesto, unos beneficios empresariales mejores de lo previsto y la consiguiente mejora del escenario económico, que espera que se mantenga positivo también en 2008.

A su juicio, los motores del crecimiento rotarán desde el mercado inmobiliario y el consumo de bienes duraderos hacia la inversión empresarial y las exportaciones de EEUU, favorecidas por la aceleración del crecimiento en el resto del mundo y por la debilidad del dólar.

¿A qué se debe este fenómeno? John Authers, columnista del Financial Times, lo achaca al efecto psicológico del mercado bajista de 2000-2002, que todavía persiste en la mente de los analistas. De forma que sólo se atreven a mostrarse abiertamente optimistas cuando tienen evidencias de que no van a equivocarse.

Si se hubieran quedado quietos

Pero he aquí la paradoja de que, a principios de año, los analistas esperaban un crecimiento de beneficios en EEUU del 8,7%, casi exactamente el que se ha producido en el primer trimestre. Sin embargo, los débiles datos económicos y la corrección de las bolsas de finales de febrero y marzo les hicieron recortar sus pronósticos en masa. De lo cual podemos concluir que los analistas van a remolque de las noticias –lo cual hace que se equivoquen-. Incluso, los más radicales podrían decir que es más útil hacer caso a las previsiones de comienzo de año (las más elaboradas) y olvidarse de los bandazos posteriores.

El gran argumento que usan los defensores del análisis fundamental para descalificar estos ataques es que quedarse corto, pecar de prudencia, no es malo siempre que la bolsa suba. La tragedia es que la bolsa baje cuando has dicho que va a subir, no que suba más de lo que tú has dicho. Porque ningún analista, por mucho que rebaje sus previsiones, va a dejar de recomendar estar en bolsa en ningún momento.

Si volvemos la oración por pasiva, cuando los analistas empiecen a dar previsiones muy positivas en masa, será el momento de salir corriendo del mercado. Si la realidad se queda por debajo en vez de por encima de sus pronósticos, la fiesta habrá acabado.

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