Las buenas vibraciones de Wall Street no pueden ocultar el hecho de que el mercado español es ahora el farolillo rojo de Europa
¿El Ibex está tocado y hundido? Sinceramente, no lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que han bastado dos días para que una estrella – que ya palidecía desde un par de semanas - se convierta en el farolillo rojo de Europa.
El efecto del desplome de Astroc se puede comparar con las ondas que provoca una piedra que cae en el agua. El primer círculo choca de frente con el sector y aplasta a las inmobiliarias. Luego llega el miedo y el alza brutal de la prima de riesgo del conjunto del mercado. Y, finalmente, los inversores se ponen a buscar argumentos para separar la paja del grano y reorganizar las valoraciones del parqué.
Es probable que estemos ahora entre la segunda y la tercera fases, por lo que ahora empieza lo más difícil: cifrar el impacto del desplome inmobiliario sobre el crecimiento de los beneficios y la valoración primero de las constructoras, segundo de los bancos y luego del conjunto del parqué.
Podemos apostar a que habrá argumentos para todos los gustos: desde el discurso apocalíptico sobre el efecto de un aterrizaje brusco de la economía hasta la esperanza en una suave recuperación gracias a la ‘calidad’ de los fundamentales. De paso, seguro que los analistas intentan comparar lo que ocurre hoy en España con la situación de Wall Street tras el estallido de la crisis de las hipotecas ‘subprime’: mucho miedo y mucha sangre en el sector, pero, al final, pocos daños colaterales dada la calidad del ‘fondo’ del mercado.
Puede ser, pero la comparación es válida sólo hasta cierto punto. Al contrario que en Wall Street, el desplome en España tiene su raíz en la elevada valoración del mercado. El peso del macrosector de la construcción supera el 25% de nuestro mercado, mientras que no llega al 10% en el caso americano. Por no hablar de una contribución del ladrillo al crecimiento económico en España que triplica el porcentaje de Estados Unidos. También cabe recordar que nuestro mercado, fuera del ladrillo, no es que tenga la profundidad industrial de Wall Street. Estos argumentos no invitan al optimismo, precisamente...
A favor de la recuperación juega el entorno de la renta variable internacional. No se puede dar por terminada el alza en España mientras Wall Street siga sorprendiéndonos con un crecimiento más que decente de los beneficios. Y si se confirma la continuidad alcista, la bolsa española encontrará fuera de nuestras fronteras el motor de crecimiento que falla dentro, al menos a medio gas. Pero, ¿seguro que Wall Street está ya fuera de peligro? El castigo podría ser muy superior si, por alguna circunstancia inesperada, generara cierto techo en el ciclo abierto en 2003.
¿Cómo manejar estos riesgos? El inversor está atrapado en el dilema entre cerrar los ojos y apostar por la tendencia, o reducir su exposición con el coste de sustituir rentabilidad por seguridad. Recordamos las tres reglas básicas para mantener la cabeza fría:
- Primero, no precipitarse en comprar con el pretexto de que unos activos han bajado demasiado. Nunca se compra un activo en caída. Hay que esperar una figura de vuelta. Y eso vale para nuestro sector inmobiliario que no podrá solucionar sus problemas en pocos días. Dinero muerto.
- Segundo, no sucumbir al pánico, porque anticiparse a otra pata bajista suele significar vender en el peor momento. Es demasiado tarde para ello en la mayoría de los títulos, y la ecuación de riesgo juega a favor de mantener las posiciones, dado el daño que ya se ha hecho a la rentabilidad. Eso, por supuesto, si tiene stops puestos en todas las posiciones abiertas.
- Tercero, escuchar al mercado: abrir su mente a todos los escenarios y respetar la disciplina de inversión. El inversor tiene que aceptar la idea de que el mercado puede escapar al trabajo de un analista fundamental. Los precios, y sólo los precios, son válidos en un entorno en el que 10 argumentos fundamentales, todos perfectamente construidos, pueden dibujar 15 caminos para la bolsa. Eso implica buscar los niveles clave que marcan rupturas o inflexiones, y actuar en consecuencia. Incluso si eso quiere decir asumir pérdidas y/o reducir el riesgo ante la falta de control de la situación.