
La 'Naegleria fowleri' se introdujo por las fosas nasales de Hannah Katherine Collins, de 11 años, cuando ésta se bañaba en el río Edisto, en Charleston (EEUU). El final fatal ocurrió unos días después: el parásito, también conocido como ameba 'come-cerebros' mató a la niña.
Esa ameba puede encontrarse en aguas dulces no cloradas y el aumento de la temperatura favorece su expansión. Una vez en el cuerpo, la ameba tarda unos cinco días en dar señales en forma de dolores de cabeza, vómitos y fiebre. De ahí a la muerte pasa menos de una semana.
Lo que hace la 'Naegleria fowleri' es desplazarse hasta el cerebro y destruye el tejido cerebral. Según el diario Beaufort Gazette, desde 1962 se han infectado en EEUU 138 personas, de las que solo tres han conseguido sobrevivir a los efectos letales de esa ameba.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya recomendó aumentar los tratamientos a las aguas de estanques como medida para frenar la propagación de esta ameba.
A pesar de que las muertes por esta ameba son poco frecuentes, algunos consejos para evitarla pasarían por evitar los ríos o pantanos con poca agua o elevada temperatura, intentar no levantar el sedimento o meter la cabeza bajo el agua, y enjuagar las fosas nasales con agua destilada una vez acabado el baño.
"Mi pequeña siempre estará conmigo. Trataré de encontrar consuelo en el hecho de que a un día estaremos unidas en su nuevo hogar, el cielo". Con ese mensaje despedía Elizabeth Crockett, la madre a Hanna, última víctima conocida de ese parásito.