
El partido del 'sí' exige un 90% de las reservas británicas, que alcanzan 4.329 millones de toneladas de petróleo
A falta de menos de una semana, las últimas encuestas muestran un estrechamiento de la diferencia entre los bandos pro- y anti- independencia. Una encuesta de TNS que indicaba que el bando del "sí" tenía una ligera ventaja conmocionó la escena política británica, y llevó al ministro de Hacienda, George Osborne, a prometer rápidamente mayores traspasos de competencias a Escocia.
En enero de 2014, tras el referéndum suizo sobre inmigración, analizamos los riesgos que comportaba el referéndum escocés y, en marzo, advertimos de posibles sorpresas. Durante mucho tiempo, los mercados habían infravalorado la probabilidad de una victoria del "sí", encontrando socorro en el significativo margen por el que la campaña del "no" había estado liderando las encuestas. Ahora, sin embargo, están mostrando señales de nerviosismo (el cambio libra/euro cayó por poco tiempo por debajo de 1,25) por las implicaciones de un resultado que había sido asumido anteriormente como poco realista. Es, desde luego, muy difícil predecir qué bando va a ganar: creemos que hay un 45 por ciento de probabilidades de victorias estrechas del "sí" y del "no", y un 5 por ciento de probabilidades de márgenes de victoria más amplios.
Este artículo se centra en el impacto de una victoria estrecha del "sí" que, en primer lugar, tiene una probabilidad bastante alta y, en segundo, tendrá consecuencias mucho mayores para Escocia, el resto de Reino Unido -después de la secesión-y la UE que cualquiera de las otras tres posibilidades generales.
Salida de la UE
Un asunto clave vinculado con una victoria del "sí" sería si el nuevo Estado escocés podría entrar en la UE, especialmente dado que una de las motivaciones para votar "sí" es la creciente posibilidad bajo el Gobierno actual de que el Reino Unido abandone la UE. El presidente saliente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, ha dicho explícitamente que la participación de Escocia en la UE no puede darse por hecha, y es de hecho improbable. Aunque puede que fuera una táctica para desanimar a los separatistas, deberíamos asumir que también estaba siendo sincero. Si a Escocia no se le permite entrar en la UE, no podrá adoptar el euro, y eso llevará a su vez a conversaciones sobre una unión monetaria con el Reino Unido.
Futura moneda
En enero de 2014, el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, pronunció un discurso que arrojó luz sobre las condiciones que requieren para funcionar las uniones monetarias, destacando la importancia de la movilidad laboral, de capital y de bienes. La idea es que las zonas monetarias deberían coincidir en líneas generales con los territorios en los que la movilidad de dichos factores, especialmente la fuerza de trabajo, es alta. Esto es debido a que la movilidad de trabajadores puede suavizar los efectos de shocks no sincronizados de la demanda sobre los salarios y el desempleo, mientras que el libre comercio permite una mayor interdependencia de consumidores e importaciones dentro de la unión, alineando así los ciclos económicos y haciendo más adecuada una política monetaria unificada. El mismo razonamiento se aplica a los mercados de capital: los shocks se diluyen entre los miembros de una unión monetaria, y hay un beneficio en términos de liquidez en el caso de una perturbación regional.
Hay que decir que las "áreas monetarias óptimas" abarcan economías con un alto grado de semejanza. En cuanto a Escocia y el Reino Unido como conjunto, las dinámicas recientes del PIB per cápita y la tasa de desempleo han sido parecidas, en general. Dicho esto, el valor añadido bruto escocés (un equivalente al PIB) ha crecido mucho más lento que el del Reino Unido en conjunto desde 1997 (el año en el que se concedió al Banco de Inglaterra independencia operativa), y se está recuperando mucho más despacio tras la crisis.
Un elemento de diferenciación puede encontrarse en los datos de gasto público per cápita: Escocia es destinatario de más gasto que la media del Reino Unido (en parte gracias a su más generoso Estado del bienestar). Esto es significativo por dos razones. En primer lugar, la experiencia de la eurozona indica que las políticas fiscales divergentes pueden llevar a tensiones dentro de la unión y, posiblemente, a peligros de disolución si dichas tensiones no son abordadas.
En segundo lugar, como seguramente descubriría por sí misma Escocia, con un déficit fiscal más alto que el del Reino Unido en conjunto (en torno al 13-14 por ciento del PIB, frente al 7 por ciento en el actual Reino Unido), hay dudas legítimas de que ese gasto público más alto pudiera mantenerse. Esto lleva a otro punto importante: sin control sobre la política monetaria, y en presencia de un marcado desequilibrio fiscal, las economías ya no se moverán más en tándem y Escocia puede tenerlo difícil para estimular su economía, especialmente si el Banco de Inglaterra subiera su tipo de interés oficial más pronto que tarde.
El último elemento que una unión monetaria necesita para funcionar es alguna forma de unión bancaria. Esto incluye un supervisor regulatorio único y, lo que es más importante, un único prestamista de último recurso.
Un argumento de la campaña del "sí" a este respecto es que una considerable proporción de los clientes de los grandes bancos escoceses tienen su sede en Inglaterra y que Londres optaría más bien por proteger sus propios negocios. Con todo, apuntamos que se ha calculado recientemente que el sector financiero equivale al 1.200 por ciento del PIB escocés; sin control sobre la oferta monetaria, Escocia no puede inyectar liquidez a sus bancos, a menos que acumule suficientes reservas de libras esterlinas, lo cual es improbable que suceda dadas las restricciones fiscales del gobierno local. Como consecuencia, firmas como RBS y Lloyds tendrían que trasladarse al resto de Reino Unido -el remanente tras la secesión-; sería vital para ellos tener acceso al Banco de Inglaterra como prestamista de último recurso. Todo esto tendría, a su vez, un impacto en el mercado inmobiliario escocés, que ya se comporta peor que el resto del Reino Unido. El mercado de Londres sería seguramente el más beneficiado, aunque solo fuera a corto plazo.
El último punto que debe tratarse son los bonos. El Banco de Inglaterra ya ha dejado claro que garantiza toda la deuda soberana británica, incluso la parte que se asignaría a una Escocia independiente. Sin embargo, sin ingresos suficientes sería difícil para una Escocia independiente reducir su déficit fiscal; esos ingresos dependerían enormemente de una división de los campos petrolíferos, pero también se verán afectados por la pérdida de los subsidios del Gobierno central. Siendo realistas, eso no permitirá que los bonos escoceses tengan ratings triple A y, seguramente, afectarían negativamente también a los ratings del Reino Unido.
Repercusión en Reino Unido
Si una parte de un país que sólo representa alrededor del 8 por ciento de su PIB total (y el 8,3 por ciento de su población) se escinde, en teoría no debería plantear grandes problemas. No es ese el caso de Escocia y Reino Unido por varios motivos.
En primer lugar, una cuestión importante es la división de los yacimientos petroleros del Reino Unido. Se calcula que las reservas demostradas y probables británicas alcanzan los 4.329 millones de toneladas de petróleo, de los cuales el Partido Nacionalista Escocés, líder efectivo del bando del sí, exige hasta un 90 por ciento por el principio de la equidistancia. En la actualidad, la proporción total per cápita de los ingresos del petróleo es del 8,4 por ciento.
Dicha división de los recursos, aunque improbable, tendría un impacto dramático en la economía del resto del Reino Unido. Sin embargo, se equilibra por el descenso de la productividad del sector petrolero, ya que se espera que el petróleo del Mar del Norte se agote en los próximos años.
En segundo lugar, aún asumiendo que el resto del Reino Unido y una Escocia independiente llegasen a un acuerdo aceptable sobre el petróleo, la incertidumbre de las negociaciones golpearía con dureza a la confianza de los consumidores y sobre todo de las empresas. El Reino Unido, cuya recuperación económica depende en gran medida del consumo y la inversión, podría verse seriamente afectado.
Asuntos políticos
Otro aspecto es el impacto de la votación en el sistema político. ¿Sobrevivirá el primer ministro David Cameron a la tormenta? Probablemente no. Nuestras conversaciones privadas con altos cargos del Tesoro dejan claro que el partido de Cameron, los conservadores, se verían reforzados por la victoria del sí, dado el apoyo al partido laborista en Escocia. Pero Cameron personalmente se vería afectado y sería culpado como el primer ministro que dejó marcharse a Escocia, y eso podría reforzar su reputación de elitista que no comprende del todo al Reino Unido.
Si Cameron se ve obligado a irse, es probable que todo el gabinete tenga que dimitir a las pocas semanas de una gran reorganización en el gobierno y eso complicaría encontrar a un nuevo líder. Entre los sustitutos posibles se encuentran Michael Gove (una de las grandes víctimas de la reorganización) y Boris Johnson, quien casi seguro volverá al parlamento en las elecciones parciales de finales de año. El referendo escocés podría incluso provocar la disolución anticipada del parlamento si la coalición se rompe.
¿Quién se beneficiaría de la situación? Dudamos que sean los laboristas, dado que habrían fallado en su campaña para aferrarse a una región donde suelen ganar la amplia mayoría de los escaños. Es más, sin el voto escocés, el partido laborista podría no ganar otras elecciones en el resto del Reino Unido y su líder Ed Miliband quizá tenga que dimitir. Creemos que el único ganador en este contexto sería el Partido de la Independencia del Reino Unido (Ukip). Y si le va bien en las elecciones generales de 2015, la probabilidad de que el resto del Reino Unido celebre un referendo en 2016-2017 aumenta drásticamente. Dada la ausencia escocesa de la base electoral, la probabilidad de la salida británica sería mayor.
Principio del fin
En caso de que venciera el sí, no está claro si Escocia participaría en las elecciones generales del Reino Unido en la primavera de 2015. Es posible que los diputados escoceses tengan que dimitir en marzo de 2016, lo que imposibilitaría la supervivencia de cualquier mayoría y provocaría elecciones anticipadas. Peor aún, con los conservadores y los laboristas debilitados por el fracaso de su campaña "Mejor juntos", Ukip podría ganar un gran número de escaños en Westminster.
Lo cierto es que, en cuanto que la gente se empiece a dar cuenta de que el referendo de la UE podría llegar a celebrarse y que podría ganarlo la campaña pro salida, la fiebre inmobiliaria inglesa de la que hablábamos (consecuencia de la fuga de capitales de Escocia) acabaría y los inversores desviarían su atención a otros países (por ejemplo, Irlanda).
Suena drástico pero podría ser el principio del fin de la UE. El golpe llegaría en un momento de especial fragilidad en Europa. Una serie de situaciones delicadas adicionales en otras partes del continente podrían afectar al equilibrio. Rusia presiona por desarrollar su propio bloque en el este y hay bastantes disturbios en áreas geográficamente adyacentes. El suministro de petróleo preocupa con dos productores, Escocia y Noruega, fuera de la UE y los problemas geopolíticos en Rusia y África del Norte.
Implicaciones del mercado
La libra esterlina ya ha sufrido algunas pérdidas contra el euro y el dólar a consecuencia de la mayor incertidumbre. Si alguien cree que la separación escocesa no va a suponer cambios importantes, cualquier bache podría ser una oportunidad de compra. Dicho eso, un resultado chocante podría provocar un desenlace desordenado de acontecimientos y una liquidación de divisas bastante grave, irreversible prácticamente a corto o medio plazo. Los bonos podrían permanecer más estables por la garantía global ofrecida por el Tesoro y el BoE pero la incertidumbre por el futuro de la unión y la división de los ingresos del petróleo podría inducir el nerviosismo en los mercados y acabar subiendo los tipos en todo el espectro de vencimientos.