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La abstención de China y Rusia deja cojo el Tratado de Comercio de Armas de la ONU

Tratado de Comercio de Armas sigue en vilo | Reuters

Hasta el martes pasado, el comercio de armas carecía de marcos legales y estatutos de obligado cumplimiento. Pero ese día, la Asamblea General de la ONU aprobó el Tratado sobre Comercio de Armas (TCA). Llegar a este punto ha costado siete años de negociaciones.

El TCA es una iniciativa de Costa Rica, con la coautoría de Argentina, Finlandia, Australia, Japón, Kenia y el Reino Unido. Según el expresidente costarricense Óscar Arias Sánchez, Nobel de la Paz 1987, es la mayor aportación que hace su país a la humanidad en toda su historia. En 2003, Arias presentó a la ONU la versión inicial del pacto junto a otros premios Nobel de la Paz.

El concepto de "comercio" del Tratado incluye el tránsito, exportación, importación e intermediación. Con respecto a las categorías de armas, se contemplan tanques de guerra, sistemas artilleros de gran calibre, aviones de combate, misiles y plataformas de lanzamiento, armas pequeñas y naves de guerra. Quedan excluidos los denominados drones - aviones no tripulados - y los transportes blindados de tropas. Las armas nucleares, químicas y biológicas no fueron incluidas en el documento.

El principio básico del tratado es prohibir a los Estados transferir armas convencionales a otros países si existe el riesgo de que sean utilizadas para cometer o facilitar genocidio, delitos de lesa humanidad, crímenes de guerra y otras "violaciones graves" a los derechos humanos, o si corren el riesgo de caer en manos de terroristas o de criminales. No se regula por tanto el uso interno de las armas, aunque sí obliga a las naciones a establecer normativas vinculantes que controlen las transferencias.

Los 'flecos' del acuerdo

El TCA no creará alguna agencia u organismo para supervisar los incumplimientos. En caso de controversia los países podrán someterse a un arbitraje, pero sólo si hay común acuerdo.

Así, con este documento se sientan las bases para regular los flujos comerciales de armamento y las obligaciones de los estados en la lucha contra el crimen organizado y el terrorismo. El tratado, más que nada, generará unos parámetros para conducir discusiones bilaterales o regionales. Un ejemplo es el combate al contrabando de armas entre México y Estados Unidos, en el que el TCA no tendrá un impacto directo, aunque sí influirá.

Irán, Siria y Corea del Norte se negaron a aprobarlo por consenso al final de dos semanas de negociaciones de una conferencia del tema en la ONU. Un centenar de países decidió someterlo a votación en la Asamblea General. El documento obtuvo 154 votos a favor, los tres en contra y 23 abstenciones.

La abrumadora mayoría final es sin duda una excelente noticia que muestra la voluntad de imponer normas, limitaciones y controles a la venta de armas. Sin embargo, queda la amarga sensación de que el resultado pudo haber sido mejor.

Durante el fin de semana, un grupo de delegaciones modificó su voto y, en vez de aprobar el tratado, optó por la abstención. Entre ellos China y Rusia, dos de los mayores vendedores de armas del mundo, que juntos suponen el 30 por ciento de las exportaciones. También lo hicieron compradores importantes como India, Pakistán, Arabia Saudí e Indonesia. Los integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) también se abstuvieron al considerar que el tratado "privilegia" a los países exportadores y puede ser "manipulado políticamente".

EEUU, el mayor exportador mundial de armas, tuvo que hacer auténticos malabarismos diplomáticos para armonizar el tratado con las normas del mercado doméstico de armas. En particular, ha tenido que enfrentarse a la oposición de la poderosa Asociación Nacional del Rifle que defiende la tenencia de armas. La asociación ya anunció que luchará por evitar que el tratado sea ratificado por el Senado.

El secretario de Estado de EEUU, John Kerry, celebró la aprobación del TCA y espera que sea "sólido, efectivo e implementable" sin poner en peligro la soberanía nacional. EEUU condicionaba su apoyo al tratado a que la normativa no se inmiscuyese en sus regulaciones internas: la II Enmienda de la Constitución defiende el derecho a portar armas. Muchos conservadores ven con malos ojos cualquier intento de intensificar los controles en la compra de armas de fuego y en la limitación de rifles de asalto.

Ahora cada país queda en libertad de suscribir o no el tratado y ratificarlo. A partir del próximo 3 de junio el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, lo remitirá a los Estados para lo ratifiquen. El convenio entrará en vigor a los noventa días de recibir el quincuagésimo instrumento de ratificación.

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