Las playas de Pensacola, en el noroeste de Florida, tienen aún el agua cristalina y la arena blanca y suave que les dieron fama internacional, pero los turistas dejan de ir por miedo a una marea negra de petróleo que se acerca.
"Los teléfonos dejaron de sonar en busca de reservas", dijo a la AFP, Laura Lee, que trabaja para Visit Pensacola, la oficina de turismo local.
"Las playas están abiertas, el agua es segura y no tenemos impactos de petróleo", pero el número de reservas en los hoteles se derrumbó por el temor que genera el acercamiento del derrame, dijo Lee.