Existen comunidades de intercambio como Truekalia o Acambiode que sirven para ahorrar
Hablar de trueque como sistema de pago a estas alturas suena desfasado. Más allá del intercambio de cromos o de idiomas parece una actividad sin interés. No se equivoque. El intercambio de bienes o servicios sin mediación de dinero puede revolucionar su negocio.
Veamos un ejemplo. Infoteval, una empresa informática situada en Alcorcón, quería promocionarse en su barrio mediante una campaña de publicidad sin afectar a su liquidez. A través de la bolsa de intercambios empresariales Acambiode. com se puso en contacto con Max Radio. Esta cadena necesitaba dos ordenadores y una impresora. Enseguida llegaron a un acuerdo. Pero ¿cómo se llega al cálculo de que dos PCs con monitores de 17 pulgadas y discos duros de 60 MB, más una impresora Canon, equivalen a 44 microespacios de publicidad radiofónica de tres minutos de duración cada uno.
INTERCAMBIO MULTILATERAL
Con el fin de evitar cambalaches decepcionantes, Truekalia pone un límite a los intercambios. Sus usuarios no canjean sin más un producto por otro, sino que compran y venden entre sí mediante 'euros de intercambio'.
Una moneda virtual que suple el dinero real en efectivo entre sus miles de miembros de toda España, con la ventaja añadida de que la red de intercambios es multilateral y no bidireccional. Uwe Tim en su libro El descubrimiento de la Currywurst narraba con detalle la tediosa cadena de transacciones que una mujer alemana necesitaba realizar para obtener comida a partir de cigarrillos al final de la Segunda Guerra Mundial. Normalmente el trueque es un engorro. El primer contacto no está interesado en ofrecer su producto por el nuestro y antes de cerrar el trato hay que dar muchas vueltas buscando un tercero o quién sabe cuántos más, hasta establecer el intercambio deseado.
Con Truekalia, el banco que dirige Marc Keller, es distinto. Sus usuarios no están obligados a realizar el intercambio con un único destinatario. La relación de venta y compra es multilateral. Uno de sus clientes habituales -un conocido despacho de abogados de Madrid- presta sus servicios jurídicos a una empresa de servicios financieros. Este servicio vale 2500 euros que se le abonan en su cuenta de intercambio. Con ellos paga (sin efectivo) 700 euros a una imprenta por imprimirle catálogos de su negocio, otros 1200 los invierte en teléfonos móviles y el resto lo deja en su cuenta para cuando lo necesite. La imprenta consigue un cliente nuevo (el abogado) y con esos 700 euros compra un ordenador (sin efectivo) y así sucesivamente. Una cadena poliédrica donde el abogado no tiene por qué intercambiar sus servicios a la fuerza con la financiera sino con quien quiera y cuando quiera. En eso consiste la multilateralidad.
Las redes de intercambio nacidas en los años 80 en EE.UU. (allí las llaman Baters), aquí actúan como agencias de contacto empresariales en las que darse a conocer bajo el lema: "hoy hacemos un trueque, mañana te conviertes en mi proveedor". El trueque libera a las grandes compañías de su stock -por eso es esponsor olímpico Nike-, supone un gran ahorro en publicidad, mantenimiento y logística para las pymes y mueve 7,5 mil millones de dólares al año.