Pymes y Emprendedores

Kavita Parmar: "Si compras low-cost, eres low-cost".

  • "Yo he visto en China ríos de color azul por el tinte de lavar los vaqueros"
Imagen de Nacho Martín

Vino a vivir a España en 2001. Creó dos marcas y la crisis frustró algún que otro sueño profesional. Y cambió el chip. Se dio cuenta de que en el mundo de la moda el robot le estaba ganando la batalla al artesano y decidió plantarle cara fundando una empresa, The IOU Project, en la que esa máquina saca su cara más amable y conecta al artesano que teje la prenda con el cliente que paga por ella.

¿Cuándo se da cuenta de que se pueden hacer las cosas de otra forma?

Tenía hecho todo el plan de negocio, con toda la cadena de la producción. Pero con la crisis nos quedamos sin ella. O cerraban, o se iban fuera. Me di cuenta de que el robot gana siempre, que el cliente quería cantidad frente a calidad.

Casos como el del incendio en la planta de Bangladesh han puesto temas como estos en la agenda. Me pregunto si sirve para algo...

A la gente le sorprenden noticias como éstas pero llevan ocurriendo mucho tiempo. Lo que pasa es que hace diez años había opacidad. Ya no. Yo he visto en China ríos de color azul por el tinte de lavar los vaqueros.

¿Qué tiene de distinta una empresa de moda como la suya? Entiendo que se deben hacer las cosas de otra forma, pero ¿se puede de verdad?

Nuestro concepto consiste en utilizar la tecnología para conectar al productor y al consumidor y que cada prenda tenga una historia. Al final, la sostenibilidad viene de una conversación entre ambos. El consumidor la puede y la debe pedir. Para ello hemos creado un sistema de trazabilidad -primero offline, luego online-, con un código QR en cada prenda -tenemos unas 50.000- que te permite buscar a los actores de esa historia.

¿Dónde están esos actores?

Compramos las telas en la India porque casi no quedan telares en Europa. Han cerrado casi todos. Los artesanos son de allí y las prendas se confeccionan en Europa. A la cadena de suministro la llamamos cadena de prosperidad. Por que al final se trata de eliminar a los intermediarios, porque creemos que los que deben ganar dinero son los que le añaden valor al producto. Puede que suene duro, pero si compras low-cost, tú también eres low-cost.

¿Cómo se acoge una propuesta como la suya?

Llevamos un año y medio y vendemos en 38 países. La verdad es que nuestra apuesta -porque hemos invertido todo nuestro dinero y parte del de nuestros amigos- se ha acogido muy bien fuera de España. En este tiempo hemos conseguido unas 800.000 entradas en blogs ¡sin poner un duro de publicidad!

Entiendo que esa acogida en el exterior implica que en España sigue primando la cantidad frente a la calidad de la que habla y esa supremacía del precio por encima de otras cosas.

Bueno, yo creo que hay un público, bastante, al que le interesa el low-cost. Al fin y al cabo, ¿qué es lo que nos hace sentir mejor? Consumir, comprar algo nuevo. Es el único poder que nos queda. Y cuando lo hacemos, es todo un chute.

¿Esa conexión entre artesano, el que confecciona y el que compra se da? Algún escéptico puede pensar que es pura estrategia de marketing.

Hace poco hubo un ciclón en una zona donde nosotros tenemos buena parte de la cadena de producción. A las pocas horas recibí más de 400 correos electrónicos preguntando: ¿oye, cómo está mi tejedor? ¿Eso pasa, por ejemplo, en H&M?

¿También nos tenemos que creer las colecciones de algodón orgánico de grandes cadenas?

No se trata de creerlo todo, se trata de preguntar más. Cuestionárselo todo y pedir la información. Saber lo que estamos comprando. Compro una historia, compro un voto. En el fondo no estamos inventando nada sino detectando una necesidad.

¿Cuál es el papel de los medios en este tema?

Me parece estupendo que estén informando de todo lo que pasa, de la corrupción, de casos como el de Bangladesh, de todo aquello que nos debe hacer replantear nuestro modelo de consumo. Lo que no está haciendo la prensa es convencer al consumidor del poder que tiene. Que es inmenso.

Hace poco leía una entrevista a una actriz que decía que prefería comprarse 10 vestidos en Zara que uno de calidad. ¿Qué le parece?

Me parece muy bien. Yo lo respeto, claro. Pero entiendo que aceptará sin problema que le paguen diez veces menos por una película dentro de un tiempo. Supongo, ¿no?

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