
Difícil seguirle el ritmo a Alberto Cerdán. Coge la grabadora con las manos con la misma rapidez con la que mueve las tijeras a la hora de posar. Puro nervio pero dulzura al hablar, aunque se queje.
Se queja, por ejemplo, de la escasez mediática de su sector, la peluquería, que agrupa en España a 48.000 peluquerías y 19.800 salones de belleza, y que factura unos 5.000 millones de euros, según datos de L'Oreál. "Tenemos que trabajar más nuestro oficio, ser un 50 por ciento artistas y el resto gestores. Pero necesitamos una ayuda más fuerte de la que tenemos. En Francia, un peluquero podría ir a una cena con ministros. Eso aquí no pasa", cuenta.
Estamos en su peluquería del madrileño barrio de Salamanca, la primera del sector del lujo que ha decidido abrir los 365 días del año. "¿Acaso la gente que trabaja tiene tiempo para ir a la peluquería?", dice. Sabe que esta liberalización de horarios es uno de los motivos de la entrevista, y sonríe.
El olor de la infancia
Al fin y al cabo, dice, es algo que ha sentido desde que era pequeño. "Mi madre fue peluquera. El olor de mi infancia es el del líquido de la permanente, el sonido es el ruido de los secadores. Tenía el negocio en nuestra casa y de ella aprendí la importancia del servicio a todas horas. Y el trueque; muchas veces peinaba a cambio de un plato de nata para el desayuno de los domingos. Aquello sí que era un auténtico lujo", explica.
Cuarenta años en la profesión le dan autoridad para ejercer la crítica. "No se ha apostado por nosotros, cuando somos fundamentales para el sector de la moda; si levantamos la cabeza es gracias a las casas comerciales como L'Oreál. No he visto ningún reportaje que hable de los Ferrá Adriá de la peluquería. Yo he tenido que exportarme a mí mismo", dice.
Crítica y autocrítica, como cuando lamenta que a pesar de haber grandes franquicias capaces de construir marca, la profesión ha perdido el corazón "y muchas funcionan por inercia". "Tampoco hemos creado delfines, no se nos ha metido en la cabeza que a la peluquería no se va a facturar sin más, sino a enseñar", añade.
Una profesión, como la suya, en la que parece que todo vale. Explica con resignación que en pleno 2013 las madres siguen recomendando a los hijos que estudien peluquería como última oportunidad de que hagan algo productivo con sus vidas. "Hace falta dedicación, creatividad... y vocación", explica. "A la rutina le quitas la t y es una ruina. Hay que rodearse de gente joven con ilusión", añade.
Si fue fundamental lo que vivió en casa para decidir su profesión, fue su paso por Alberto Cebado el momento clave para consolidar su trayectoria. Se refiere a este nombre propio del sector al que denomina su "bandera" y su "líder". Un hombre, avanzado a su tiempo, que fue capaz de enviar el mensaje a sus salones y supo rodearse de buenos socios y gestores. "Creó escuela", dice.
Imposible, aunque poco original, evitar la palabra crisis en la conversación. Cerdán cuenta, sin inmutarse ni darse falsos golpes de pecho, que a su sector no le ha venido mal del todo. Había muchas cosas que arreglar; dice que su profesión ha vivido muy cómoda durante muchos años: "Y hemos ganado por encima de profesiones como médicos, arquitectos... la crisis lo regula todo, y eso que en general los peluqueros españoles somos bastante económicos".