
Ni generación perdida ni fuga de cerebros. Cinco empresarios salidos de la universidad nos cuentan su día a día y la osadía de emprender en medio de la crisis.
No todo está perdido. Pese a las advertencias de los gurús generando miedo y pesimismo ante lo que viene, y mientras la OCDE y el FMI siguen vaticinando que nos esperan tiempos peores, hay gente que se enfrenta al día a día con ganas.
Estamos en la cafetería Pequeños Placeres, muy cerca de la madrileña plaza de Alonso Martínez. Un local en el que su propietario anima a contagiarse del buen rollo con una pared llena de post it en el que los clientes escriben esos placeres que nos hacen la vida más ligera.
Borja, Laura, Jaime, Víctor y Carlos no quieren saber nada de conceptos como "generación perdida", "fuga de cerebros", "ni-ni"... Son empresarios con muchas cosas en común. La primera: que todos han surgido de la Universidad Europea de Madrid, que es la que hace posible este encuentro. Pero hay más.
Tres no es multitud
Borja Sánchez y Laura Bellido son los más tímidos del grupo. Avisan de antemano que les falta un tercer socio, Roberto Portugués. "Creemos que tres es el número ideal para emprender. Así, hay alguien que desempata cuando hay diversidad de opiniones", explica Borja.
Geshab ofrece servicios de eficiencia energética en edificación. Un negocio basado en la sostenibilidad y en ejercer cierta pedagogía para asesorar a los clientes sobre cómo ejercer un mínimo impacto en sus viviendas. "Porque cuando nos compramos un coche nos fijamos en lo que gasta, pero no hacemos lo mismo cuando compramos una casa; hace falta divulgar", insiste Laura.
Estos tres socios sacaron la empresa del horno el pasado septiembre, pero es ahora cuando salen al mercado. Su tanteo comercial tiene un objetivo muy concreto, como explica Laura Bellido: "Los chalés construidos en la década de los 70 en urbanizaciones como La Moraleja y Puerta de Hierro, que necesiten este tipo de soluciones y sus dueños tengan posibilidades económicas".
La travesía para montar la empresa no fue demasiado traumática. Cuentan que la universidad les asesoró, y el suegro de Borja tiene una gestoría. "Nuestra principal inversión es el tiempo y el esfuerzo", dicen. "¿Vértigo? Un día sí y otro también. Soy un poco pesimista", explica la socia de la empresa. Eso sí, una ventana abierta al exterior no la descartan. "El máster nos permitió conocer a gente de Sudamérica, y estamos viendo si puede surgir algún tipo de colaboración en Chile y Panamá", dice.
Del Inem a emprender
"Nos conocimos en un curso de cine del Inem. Yo tengo un hijo de siete años, le hice un vídeo aplicando las cosas que había aprendido y me dije: ¡cómo me gustaría que me hubieran hecho algo así para mí!", explica Víctor Malín con su inconfundible y envolvente acento argentino. Pero ese arranque, un poco a bocajarro, lo interrumpe su socio, con otro inconfundible acento, esta vez gallego. "¡Pero cuenta desde el principio!", le pide Jaime Abalde, un torbellino con gafas de pasta verde que acabará contagiando con su sentido del humor al resto de la mesa.
"Estudié Comunicación Audiovisual y Periodismo, y estuve de becario en una productora, pero la verdad es que no me sentía muy realizado, porque soy muy creativo", explica. Su negocio se llama Un día de cine, una productora cuyo eslogan deja claro el público al que se dirigen: "Tus hijos serán los protagonistas de la peli". "Entre hijos y sobrinos nos dimos cuenta del nicho de negocio que suponen. Además, es un público muy receptivo, aunque también muy crítico con las chapuzas", explica Malín. Graban a las criaturas durante unas horas y, tras el tiempo necesario para la edición y posproducción, entregan un DVD "con calidad de largometraje", un CD con fotos y un póster.
Aunque llevan con la idea de negocio desde hace unos dos años, es apenas hace un mes cuando han arrancado en forma de asociación cultural. "Somos conscientes de que no es un producto masivo ni barato (cada producción cuesta entre 1.000 y 1.200 euros), pero al fin y al cabo no estás comprando un juguete, sino un vínculo que dura para siempre", cuentan. Por eso, también quieren generar talleres extraescolares para ofrecer otros servicios y generar ingresos. Porque, dicen con cierta resignación, no han solicitado ningún crédito y son ellos los que han aportado los cimientos financieros de la empresa en forma de ahorros.
El resto de cimientos los han ido aprendiendo un poco a trompicones. "Yo tengo vena creativa y también empresarial porque mi padre tiene un desguace y es empresario de toda la vida, pero durante todo este proceso me he dado cuenta de que debía haber salido de la ESO sabiendo ciertas cosas. No se nos habla de la posibilidad de emprender, sólo de trabajar por cuenta ajena", dice Abalde.
Pequeños placeres
Carlos Coronel se define como "superoptimista". Confiesa que el punto de inflexión en su vida profesional ocurrió en 2007 y después de ver Memorias de una geisha. "Escuché una frase: ¿eres capaz de que la rutina te haga feliz?, y pensé en hacer una lista de esos pequeños placeres que te animan en un día de bajón. La subí a Tuenti y se la envié a mis amigos. Al día siguiente ¡tenía 500 seguidores!", cuenta.
Por aquel entonces Coronel, que es periodista, trabajaba en la Cadena Ser, en el programa 'Hoy por Hoy' de Carles Francino. "Lo convertí en reportaje y el efecto fue espectacular. Creé un perfil en Tuenti, en Twitter y Facebook, y llegamos a los 215.000 seguidores. De hecho, gracias a esa red conocí a mi chica", cuenta. Pero se quedó en paro en enero y tuvo muy claro que no se iba a cruzar de brazos a esperar una oportunidad. Lo primero que hizo fue pedir ayuda a la universidad.
"Mis padres se arruinaron con una cafetería". Así resume la reacción paterna ante la idea de apostar por el mismo tipo de negocio. Pero Coronel explica que para hacer frente con su inexperiencia en el mundo de la empresa contó con mucha asesoría. "Hasta que te topas con lo público. Si quieres hacer algo todo son trabas", protesta. Entonces Carlos frunce el ceño y mueve mucho los brazos. "Sí, la Cámara de Comercio, la Comunidad de Madrid... es todo espectacular. Pero como hables de dinero o de licencias, sólo te marean. En un sitio te cobran, en otro no... ¿Sabes que han tardado mes y medio en imprimir la copia de una licencia?", dice.
Tiene más para protestar: "El meollo está en la financiación. El Plan ICO es mentira, son los Reyes Magos; porque todo pasa por un banco y necesitas un aval. Si eres pesado alguno te acaba abriendo una puerta. Si vas a cinco bancos no montas nada. Si vas a 100, sí. ¡La crisis es una oportunidad bestial!".