Yo no sé si esto le puede interesar a alguien más que a los periodistas, pero me preocupa lo que pasa a mi alrededor. Primero, la gran Rosa María Calaf carga en una entrevista contra Sara Carbonero y la acusa de pervertir y desvestir de dignidad a la profesión. Hombre, está claro que su belleza le ha abierto numerosas puertas -¿a quién no, si hasta hay un estudio que dice que los guapos ganan más?- y puede que no beneficie a la profesión que anuncie champú.
Qué gustazo ser tan libre como la Calaf, poder decir lo que te dé la gana sin reparos, pero no me parece justo que se cargue sólo contra Carbonero. Hay periodistas -hombres y mujeres- que se pasan la vida haciendo anuncios y también se les podría acusar de lo mismo. He visto a presentadoras de telediario anunciar cremas, yogures y hasta galletas, presentadores proclamando las ventajas de una cuenta bancaria y hasta locutores anunciando su business alimenticio en directo. Vamos, de risa.
Hay otras cosas que dañan a la profesión. Hace unos días, me topé con un programa en Intereconomía. Doce mujeres sin piedad, un programa inédito para mí, entrevistan a Mario Conde. Y sí, me quedé a verlo. Yo confieso. Y aún no he llegado a digerirlo.
Doce periodistas a las que no tengo el gusto de conocer. Todas flacas, ni una fea, rodeando a ese señor que curiosamente tiene intereses en el grupo que le entrevista. Como diría mi admirado Ferran Monegal, un auténtico masaje. Risas, roneo... Más que una entrevista, parecía una pugna por ver a cuál de ellas escoge el entrevistado, una lucha por ver quién le arranca una sonrisa al banquero que lo quiso todo y acabó en la cárcel. Aunque no debe ser fácil tener espíritu crítico hacia quien quizá un día pueda ser tu jefe. ¿Mujeres sin piedad? Más bien sin perdón.
Ese tipo de programas -y lo siento por ellas, cuesta criticar a quienes se dedican a lo mismo que tú- hacen más daño que cientos de Carboneros anunciando productos capilares a todas horas. Eso sí le quita mucha dignidad al periodismo. Si es que eso es periodismo.