
Después de unos meses de, digamos, una cuarentena maternal que me ha hecho dudar de si alguna vez recuperaría mi vida adulta, vuelvo y veo que hay cosas que no han cambiado. Las diferencias salariales entre hombres y mujeres siguen existiendo -los porcentajes nunca bajan de los dos dígitos-, y eso, en tiempos de crisis y desesperanza laboral, no augura un futuro prometedor. Más bien al contrario.
Aunque nunca hay que perder la capacidad de sorpresa. A estas alturas de la película me llega una noticia con el siguiente título: "Una empresa niega el horario de reducción de jornada por cuidado de menor a un trabajador porque entiende que lo debe hacer su mujer". Muy moderno el gestor de la empresa. Debe ser que de pequeño su padre salió a por tabaco y claro, al no volver, pues no tuvo referencia paterna en su infancia. Una pena.
Y luego están los tópicos...
Luego está lo de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, que lleva tiempo deleitándonos con unas viñetas de humor que tienen de gracioso lo que yo de rubia platino. Y encima son obra de uno de los colegiados que se dedica a explorar su faceta creativa poniendo en ridículo a las mujeres cuando acuden al ginecólogo. Como todas ustedes saben, algo muy agradable. Y como si no supiéramos por los anuncios publicitarios que somos las únicas con tránsito intestinal digamos complicado, tenemos pérdidas de orina y encima somos carne de hemorroide. Unas pupas, vamos.
Y luego están los tópicos. Algunos tienen gracia y además son ciertos. Pero me pregunto si merece la pena lanzar una noticia que asegura que más de la mitad de las mujeres le ponen nombre a su coche. Entre otras cosas, dicen, porque le consideran un miembro más de su familia. Hombre, por favor, que se me ocurren mil formas mejores de que usted y yo, a pesar de la que está cayendo, nos echemos unas risas. Menos mal que nos queda Belén Esteban. Ah, no, que dice que se separa otra vez. Otra pena más en nuestras vidas.