Desde un punto de vista biológico, las empresas son como los seres humanos: nacen, crecen, se reproducen y mueren. Lo cierto es que los primeros años de actividad suelen ser los más letales, y las dificultades iniciales pueden tornarse en problemas irresolubles.
Un informe de la Consejería de Empleo y Mujer de la Comunidad de Madrid, elaborado conjuntamente con la Asociación de Jóvenes Empresarios de la capital, revela que el 50 por ciento de las empresas de nueva creación cesa su actividad durante los primeros cuatro años.
Las principales causas de mortalidad
La Confederación Española de Asociación de Jóvenes Empresarios (CEAJE), las Cámaras de Comercio y las escuelas de negocio ESIC, ESADE, IESE e Instituto de Empresa apuntan cinco grandes grupos: falta de perfil de emprendedor, una mala planificación económica y de mercado, una dura competencia, incapacidad para adaptarse a los cambios del mercado y elegir mal a los posibles socios en la aventura empresarial.
"Hay que ofrecer algo, un producto o un servicio, que se diferencie en el mercado de sus semejantes", explica el presidente de CEAJE, Patricio Rodríguez Carmona. Los problemas financieros también tienen mucho que decir. "Suele empezarse con el dinero justo confiando en que el mercado acepte el negocio, pero se necesita un periodo de aceptación".
No contar con un buen equipo es otra de las situaciones que pueden lastrar un proyecto. En este aspecto, Rodríguez-Carmona insiste en la necesidad de disponer de gente preparada en diferentes aspectos empresariales.
Si quiere que su empresa sobreviva, también le conviene estar especialmente receptivo a los movimientos del mercado y ser capaz "de tomar decisiones rápidas para evitar que un problema que puede resolverse fácilmente se acabe enquistando".
Javier Collado, subdirector del Instituto Cameral de Creación y Desarrollo de la Empresa (INCYDE) dependiente de las Cámaras de Comercio, afirma que las disputas internas entre socios son otra causa de fin de actividad. Por ello aconseja que siempre haya un socio con participación mayoritaria.
Motivación no económica
Y es que no todo el mundo puede ser emprendedor. "Muchas personas que quieren montar una empresa no saben que al principio hay que dedicarle 24 horas al día", explica Collado. Su experiencia en las Cámaras le ha demostrado que muchos proyectos fracasan por falta de esfuerzo "cuando hay que esforzarse de verdad", y que la motivación no puede depender de los beneficios "porque pueden tardar tiempo en llegar".
Juan Roure, profesor de Iniciativa Emprendedora de IESE, lamenta que muchas empresas hayan muerto por no haber tenido tiempo suficiente para "crear confianza en los clientes y el mercado".
Y, aunque se cree la confianza necesaria, las reglas del juego pueden cambiar. Las compañías del sector de las telecomunicaciones saben que sus productos cambian diariamente por regulaciones específicas y la aparición de nuevas necesidades y modas. "Si el equipo no sabe adaptarse, su negocio se irá a pique sin remedio", sentencia Roure.
Claves para la superviviencia
En su opinión, las tres claves que ayudan a la supervivencia empresarial son el trabajo en equipo, la experiencia en el mercado donde se va a entrar y, cómo no, capacidad de adaptación y aprender de los errores cometidos en el pasado.
Dos son los principales males de los emprendedores, a juicio del responsable del Área de Creación y Desarrollo Empresarial de ESIC, Francisco Serrano. Un escaso (o nulo) espíritu emprendedor y un plan de empresa erróneo. "Si una persona es consciente de que su negocio tiene algún punto débil, si tiene formación podrá arreglarlo", explica Serrano, para quien todo comienza con el plan de empresa.
Los problemas financieros vuelven a erigirse como uno de las principales motivos del cierre de empresas. Serrano advierte de que muchos empresarios no sólo empiezan una aventura "por necesidad" sino que además la mayoría de los fondos proceden de su patrimonio personal. Esto hace que los riesgos se multipliquen.
Este experto de ESIC considera que crear una empresa "es todo un proceso de aprendizaje en el que pueden cambiar todas las variables, como el entorno o la competencia".
Joan Riera es profesor de ESADE y uno de los responsables de Creápolis, un parque tecnológico dedicado a la innovación y la creatividad en las afueras de Barcelona y que abrirá sus puertas a finales del próximo año. Él apunta otro motivo de cierre: muerte por aislamiento. "Se da cuando una empresa se resiste a dar el salto, y muere por un exceso de maduración o de gestación". En concreto, advierte del riesgo de que una planificación exhaustiva termine por "hacer perder el contacto con el cliente, el mercado y, por tanto, con la necesidad del producto".
Prima la atención al cliente
Si quiere que su empresa viva más de cuatro años, no olvide además que el cliente "es el rey", como dice Riera, y hay que estar siempre pendiente de sus caprichos y nuevas necesidades. "¿De qué vale que una empresa tecnológica desarrolle un nuevo producto si no interesa al mercado?".
Por último, Cristina Cruz, del Instituto de Empresa, apunta seis grandes causas de cierre: motivos personales, razones financieras, demasiada competencia, falta de clientes, aparición de otro trabajo y jubilación.
Una vez más, la experiencia es un factor casi fundamental. "Las tasas de mortalidad de empresas son menores si han sido creadas por gente con experiencia en el mundo empresarial, o con edades más maduras", explica Cruz.
Su proyecto, sea cual sea, debe responder a dos preguntas: cómo crear valor al cliente y resolver sus problemas, y si la idea es sostenible en el tiempo. Esto demostrará si hay o no una oportunidad de negocio porque "si no la hay, no tiene sentido poner en marcha nada".
"El fracaso está mal visto"
Junto con los mencionados problemas de liquidez y de elección de socios, esta experta del Instituto de Empresa llama la atención sobre otro riesgo: no ser un buen gestor e incapacidad para delegar. Cruz lamenta además que el fracaso esté tan mal visto en la cultura empresarial española y europea.
Según un informe elaborado por el Instituto de Empresa correspondiente a creación de empresas en la población adulta entre julio de 2005 y julio de 2006, hubo un total de 314.159 iniciativas que cerraron o cesaron su actividad durante ese tiempo, lo que equivale al 1,2 por ciento de la población activa.
Fernando Alonso-Rodríguez lo sabe muy bien. A sus 44 años ha abierto (y cerrado) dos negocios hasta dar con una idea que este año le va a permitir facturar más de cuatro millones de euros.
Su primera experiencia como emprendedor la dio con casi 30 años, tras una década trabajando en la empresa familiar de calzado. Decidió abrir dos franquicias de la empresa de moda Tintoretto en Talavera de la Reina (Toledo). "No me fue bien. No sé si fue por los precios o porque no estaban acostumbrados a esos mercados", recuerda Alonso. La aventura duró poco más de un año.
De este fracaso aprendió la importancia de realizar un "análisis en profundidad" de la inversión y del mercado. "Fuimos un poco a ciegas", reconoce.
Su siguiente experiencia emprendedora fue un local de todo tipo de productos de bajo coste en Toledo. Sus contactos con las redes de distribución de moda le animaron a aventurarse en el mercado de la importación. "Monté la tienda más grande de este tipo en Toledo, con 300 metros cuadrados y seis empleados". En esta ocasión, el motivo de la defunción fue económico: "Mantener una plantilla, los costes, etcétera, se hizo insostenible. Además, no pudimos hacer frente a la competencia de bajo coste del mercado asiático", en referencia a los locales regentados por chinos.
"De esta experiencia aprendí que no fui lo suficientemente ágil para cambiar de sector cuando tenía que haberlo sido", indica.
Su tercer intento se ha saldado con éxito. Desde hace cinco años es el responsable de Alogarsa García, una empresa destinada a montar cestas y lotes de regalo de Navidad en Escalonilla (Toledo). Normalmente cuenta con una plantilla de 65 empleados, pero en noviembre la cifra puede superar el centenar. Además, la mayoría de los empleados son discapacitados, por lo que cuentan con ayudas y subvenciones.
¿Qué ha aprendido ahora? "A no ser ingenuo, a evitar el ímpetu y a actuar más con la cabeza que con el corazón". Y su empresa vive.