No tienen aún edad para ir al colegio pero ya estudian un MBA preescolar de dos años de duración. Créanlo: esto quiere decir que en vez de estar dándole patadas a un balón, 3.000 niños de Shanghai de entre tres y seis años se dedican, una tarde por semana, a aprender conceptos y claves económicas en versión infantil.
En una de las academias de Fastrackids de Shanghai, una franquicia educativa estadounidense con presencia en 35 países que desarrolló un programa educativo que denominan Early MBA, la clase está a punto de empezar.
Clases prácticas en el super
Una decena de niños, integrantes de la última generación de hijos únicos chinos, toma asiento y presta atención. Hoy toca caso práctico, explica uno de los 12 profesores. Esto significa que les llevarán a un supermercado próximo, darán a cada uno de ellos 10 yuanes -un euro- y harán que compren tres productos que cuesten menos de siete yuanes -70 céntimos de euro- en total. "Así aprenden a comunicarse, a calcular, a saber lo que es el precio y a manejar dinero", explica Vivian Liu, directora del centro.
En la asignatura de economía, una de las 12 que abarca el programa, se familiarizan con otros conceptos como costes, ingresos, negociación o publicidad, entre otros. Aunque también enseñan a los pequeños a hablar en público o a usar herramientas tecnológicas, el objetivo en las clases de matemáticas, tecnología, astronomía, ciencia u otras es impulsar desde edad temprana la creatividad, la comunicación y la confianza de los preescolares.
"Queremos inculcarles liderazgo y que a la vez sepan trabajar en grupo. Pero, sobre todo, nuestro MBA trata de educar a los niños en la lógica, en hacer que piensen por sí mismos y en ser independientes. Queremos que tengan la libertad de expresarse, no sólo de obedecer", apunta Liu al enumerar los ambiciosos objetivos del plan.
Una alternativa al sistema
En realidad, Fastrackids pone el acento precisamente ahí donde el tradicional sistema educativo chino muestra mayores carencias. "La educación en China consiste en memorizar. Los niños ni participan ni hacen preguntas y la disciplina es lo más importante", sostiene la directora del centro. Por si fuera poco, la familia china asume en la educación de sus hijos un rol mucho menos activo que el que toma la familia occidental.
En el ámbito de la China urbana actual, con un número creciente de familias ricas obsesionadas con el futuro de sus hijos, la limitada calidad de la educación oficial ofrece un potencial fabuloso para los negocios basados en la educación extranjera. "Es cierto que hay un mercado potencial como alternativa al sistema tradicional. El mercado es relativamente pequeño, pero la demanda está en aumento", advierte Vivian Liu, en referencia a los efectos que, para este negocio, tiene la política china de un solo hijo.
Esta política, impulsada por el Gobierno chino en los años 80 para atajar el desbocado crecimiento demográfico y que impide -salvo excepciones- a los chinos concebir más de un hijo por pareja, explica ese mercado "relativamente pequeño".
Sin embargo, en la otra cara de la moneda tenemos una pujante clase media urbana con cada vez mayor capacidad de compra que, tras generaciones abocadas a la pobreza, vuelca ahora todos sus esfuerzos económicos en sus hijos únicos, los llamados pequeños emperadores. Un estudio presentado recientemente en la capital económica china confirmó dicha tendencia: un 60 por ciento de las familias chinas gastan el 30 por ciento de sus ingresos en sus hijos.
Listos para hacer caja
Baby Genius, la compañía china que firmó con Fastrackids para ser su socio en el gigante asiático a cambio de un fee anual, está ya lista para hacer caja.
Y es que el negocio promete: gracias a los 20.000 yuanes -2.000 euros- que cuesta el Early MBA de dos años y a los 4.000 niños matriculados desde que arrancaron su negocio en 2004, entrarán en números azules este mismo año, asegura la compañía Baby Genius. En comparación, un curso académico completo en Shanghai cuesta alrededor de 1.000 yuanes -100 euros-.
El éxito de fórmulas educativas así, admite Liu, tiene también que ver con que muchos padres chinos están muy nerviosos por el futuro de sus hijos. "Hay excesiva obsesión en la sociedad china para que los niños sean los mejores. Los padres han creado demasiada competencia entre los niños. Y tanta presión para ellos es malo", advierte la directora.
Educación exclusiva para los futuros líderes
Pero no todos ellos llevan a sus hijos a la academia de Shanghai que imparte el MBA pensando en la competitividad futura. "La razón principal por la que mi hijo está aquí es porque en la guardería tiene hambre de conocimiento y aquí está muy contento. Verlo satisfecho y feliz me convence de que tengo que traerlo", asegura Zhang Ya Jie, también profesora, que puede ver las evoluciones en el centro de su hijo de tres años y dos meses a través de Internet y en tiempo real.
En cualquier caso, que las familias adineradas de Shanghai y otras ciudades desarrolladas de China quieran hacer de sus hijos unos superdotados, se está convirtiendo en toda una moda. En Shanghai, por ejemplo, el Children´s Palace (palacio de los niños) ofrece exigentes cursos de música, piano, danza y otras artes para niños ricos. Clubes deportivos y, especialmente, los de golf, hípica o esquí, acogen también a niños de corta edad con el firme propósito de convertirlos en los ídolos deportivos nacionales del mañana.
Todo vale para asegurar la riqueza futura. Antes, los méritos que garantizaban una vida sin contratiempos tenían que ver con la ideología y con la fidelidad al Partido Comunista. Hoy, sin embargo, los méritos se relacionan únicamente con el bagaje académico y con las experiencias vividas. Ello explica la carrera de ratas en la que muchos padres chinos han metido a sus hijos.