
En 1982, el cineasta Franco Zeffirelli emprendió un feliz experimento al llevar al cine La Traviata, una de las óperas más populares de Verdi, protagonizada por Plácido Domingo y Teresa Stratas.
En esta superproducción, obsesivamente esteticista y abigarrada, Zeffirelli conseguía una narrativa completamente cinematográfica sin despegarse en ningún momento de la partitura de Verdi.
No es poca cosa, la verdad. Hasta ese momento, la ópera en el cine siempre había parecido teatro filmado. Al romper con el sentido estático de un escenario y mover su cámara con libertad de cineasta por el set, el creador italiano dotaba de sentido y ritmo cinematográfico a una ópera muy dinámica que siempre había estado limitada por el escenario.
El visionado de esta película, prodigiosa en cuanto a su habilidad para casar cine y lírica, dejaba una curiosidad en el aire: ¿qué sensación produciría ver lo mismo pero atado a un escenario?
Meticuloso y esteticista
Aunque probablemente un poco tarde, lo cierto es que mañana se podrá desvelar la duda en el Matadero de Madrid, donde se escenificará la misma Traviata cinematográfica, en versión escénica. No estarán, claro, Plácido Domingo ni Teresa Stratas, pero sí la misma puesta en escena dirigida por Zeffirelli.
Aunque principalmente conocido como meticuloso y esteticista realizador cinematográfico, al que se le deben éxitos tremendos en su momento como Romeo y Julieta (1968) o La pasión de Cristo (1977), es también un reputado director de ópera y en este círculo más pequeño ha hecho verdaderas proezas, siendo la más llamativa su producción de Tosca, en 1968, cantada por Maria Callas y Tito Gobbi, para la Royal Opera House, de Londres.
Criado en Florencia, Zeffirelli hizo amistad de joven con un grupo de expatriados británicos, que inspiraron su película Té con Mussolini. Después de combatir en la II Guerra Mundial, estudió arquitectura en la Universidad de Florencia, profesión que será una influencia en su trabajo como cineasta, que se inició asistiendo a leyendas del cine italiano como Luchino Visconti, Vittorio de Sica y Roberto Rossellini.
Director de ópera
Desde los años 50 ejerce también como director de ópera con producciones que han tenido gran repercusión en Londres y Nueva York. Su obsesión por la búsqueda de la belleza formal se han convertido en su sello personal. No es de extrañar, entonces, que sea un fanático de La Traviata.
Basada en La dama de las camelias, de Alejandro Dumas hijo, La Traviata se estrenó en el teatro La Fenice de Venecia en 1853, y desde entonces ha cautivado a generaciones completas con su lujosa pero trágica historia de amor. Una encuesta revela que es el tercer título que más se representa en Estados Unidos, después de Madame Butterfly y La Boheme.
En la producción que llega a Madrid cantan Alessandro Liberatore y las sopranos Svetla Vassileva y Nicoletta Ardelean. Además, participa el Ballet Español de Lucía Real & El Camborio, y La Corrala de Danza, de Madrid.