El último lustro está lleno de fechas destacadas, pero no precisamente para celebrar. Desde que en el verano de 2007 comenzó a gestarse el tsunami financiero, los acontecimientos no han dejado de sucederse, hasta llegar a un 2010 calificado por el secretario general de la Asociación Española de la Banca (AEB), Pedro Pablo Villasante, como el ejercicio "más complicado de los que hemos vivido desde que estalló la crisis financiera internacional".
Pocos dudan de que los últimos cinco años del sector financiero español están marcados, fundamentalmente, por una fecha en la agenda internacional, el 15 de septiembre de 2008, cuando el banco de inversión norteamericano Lehman Brothers se declaró oficialmente en bancarrota.
Como recuerda Ricardo Cruz-Estadao, de Capgemini, fue la primera víctima de la crisis de hipotecas subprime, que había comenzado en el estío del año anterior. "Desde entonces, se produjo un efecto dominó que ocasionó la nacionalización de bancos como Citibank o la quiebra de grandes colosos británicos". Los gobiernos europeos empezaron a inyectar capital a las entidades financieras, pero España resistió gracias a "un fortalecido sistema financiero que durante años ha sido ejemplo de solvencia y competencia".
El punto de debilidad
Efectivamente, según Francisco Uría, de KPMG, el inicio de la crisis financiera internacional encontró a las entidades españolas en una situación muy sólida, lo que les permitió mantener un comportamiento diferencial positivo, frente a lo que estaba ocurriendo en otros mercados.
Pero esa resistencia también encontró un punto de debilidad. "La prolongación de la crisis en el tiempo y la evolución negativa del sector inmobiliario residencial ha terminado afectando a entidades determinadas, no precisamente las de mayor tamaño".
Así 2010 ha sido también otro punto de referencia en el sistema financiero español. A juicio de Ricardo Cruz-Estadao, ese año el epicentro de terremoto se sitúa en nuestros bancos y cajas de ahorro, arrastrado por la profunda crisis inmobiliaria que "hace mella en los balances y crea un serio problema de prestigio internacional".
No es para menos, ya que más del 60 por ciento de los créditos de nuestras entidades están relacionados con el ladrillo. Esto ha provocado que se disparen los índices de morosidad y ha conducido a una transformación radical del mapa financiero y, en concreto, de la naturaleza jurídica de las cajas de ahorros. "Además, la crisis se ha producido en un momento de gran expansión de las entidades, que en época de bonanza hicieron de la apertura de oficinas una bandera". Actualmente, existen 45.000 oficinas, por lo que somos el país más bancarizado de Europa. "Racionalizar la estructura es ineludible".
Hay que recordar que, como apunta el secretario general de la AEB, 2010 estuvo marcado por la presión de los mercados sobre la deuda soberana en la eurozona, con la crisis y rescate, primero de Grecia y después de Irlanda, que ha introducido una gran tensión en los mercados financieros mayoristas, "similares a la vivida en septiembre de 2008 con la caída de Lehman Brothers".
Menos beneficios
En este complicado entorno, los bancos españoles consiguieron mantenerse en beneficios, aunque en niveles menores que en el mismo periodo de 2009, y lo hicieron, según Villasante, por sus propios medios y sin necesidad de ser rescatados ni de recibir inyecciones de capital público, a diferencia de lo ocurrido con otros competidores internacionales.
En concreto, los grupos bancarios españoles registraron en los nueve primeros meses del pasado ejercicio un beneficio atribuido de 11.089 millones de euros, lo que representa un descenso del 12,8 por ciento con respecto al obtenido en el mismo periodo del año anterior. El resultado consolidado se elevó a 12.319 millones de euros, un 9,7 por ciento menos que en igual periodo de 2009. Estos resultados vinieron acompañados por un consistente fortalecimiento del balance, fruto del incremento en la calidad de los recursos propios y del importante esfuerzo realizado en saneamientos, a los que se destinaron 16.367 millones de euros.
Por su parte, las cajas de ahorros españolas obtuvieron en los nueve primeros meses de 2010 un resultado agregado de 3.694 millones y un beneficio atribuido a la entidad dominante, de 3.226 millones de euros, un 28,1 y un 31,6 por ciento menos, respectivamente. El resultado antes de impuestos fue de 3.878 millones de euros, un 34,9 por ciento menos que en el mismo periodo de 2009. Desde la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) señalan que, a pesar del deterioro de la economía española, el balance medio agregado del sector aumentó hasta situarse en 1,3 billones de euros, un 1,6 por ciento más que en septiembre del año pasado y en contraposición a la evolución del PIB.
Los sucesivos cambios regulatorios han facilitado una rápida transformación del subsector de cajas de ahorros en una doble vía, según Francisco Uría. La de "su consolidación" y la de "la transformación progresiva de un relevante número de entidades en grupos de cajas propietarias de un banco, que concentra sus activos y pasivos y que desarrollará en el futuro la actividad bancaria".
Mientras tanto, el sector asegurador ha vivido cinco años de fuerte expansión y consolidación, con una gran resistencia y con un nivel de solvencia tradicionalmente por encima de lo exigido. Sin embargo, en 2010 experimentó los primeros síntomas de la crisis.
Como explica la presidenta de Unespa, Pilar González de Frutos, en los cinco últimos años el sector ha pasado de crecimientos anuales cercanos a los dos dígitos, a cerrar 2010 con un aumento del 2 por ciento en el ramo de vida y de un 0,2 por ciento en el de no vida, pero destaca que siempre ha venido creciendo por encima de la propia evolución del PIB. "El cierre de 2010 lo consideramos todo un éxito, teniendo en cuenta que somos soporte e impulso de la actividad económica".
Según la presidenta de la patronal, la extremada prudencia con la que el seguro gestiona el ahorro y la inversión, la propia y la de sus clientes, es lo que ha permitido "que, pese a la crisis, hayamos cumplido con todos y cada uno de los compromisos acordados con los clientes, y hayamos podido resistir la falta de actividad económica con crecimientos y con mantenimiento del empleo".
En este contexto, el sector financiero, en general, afronta un año 2011 muy complejo en el que, a juicio de Francisco Uría, persisten los efectos negativos de una grave crisis económica, con su repercusión en la morosidad, combinada con una disminución del volumen de actividad y un estrechamiento de márgenes, todo lo cual afecta a sus cuentas de resultados. Por otro lado, las entidades afrontan un calendario exigente de vencimientos, por lo que tienen necesidades importantes de liquidez. A la vez, las que han participado en procesos relevantes de integración tienen que culminarlos.
Por último, las exigencias derivadas de los acuerdos de Basilea III en materia de solvencia, liquidez y limitación al endeudamiento, que podrían anticiparse parcialmente cuando se concreten las medidas anunciadas por el Gobierno, "obligará a algunas entidades a compaginar todo lo anterior con una necesidad de recapitalización urgente, si quieren evitar la entrada -transitoria- de capital público en los bancos de los que serán titulares".