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Teníamos un sueño

Desde la revolución de los Jazmines en Túnez hasta la plaza Tahrir en El Cairo, los jóvenes están dando una lección al mundo sobre derechos humanos y democracia. Lo que no logró durante décadas la oposición a los regímenes patriarcales de los países árabes, lo consiguen estos imberbes organizados desde Facebook y Twitter, sin enarbolar una sola arma.

Los periodistas desafían a sus editores, los escolares a sus profesores, los trabajadores a sus sindicatos, y hasta el Ejército y la Policía se rebela contra sus mandos.

Ni Omar Suleiman, acostumbrado a desmontar los intentos de asesinato contra Mubarak, fue capaz de fragmentar los movimientos juveniles. Los ciudadanos egipcios criticaban la desidia de sus jóvenes y ahora los paran por la calle para darles las gracias. "Habéis conseguido en unas semanas, lo que siempre soñamos, pero jamás nos atrevimos ni a manifestar en alto". El viento de la libertad sopla con fuerza en Oriente Medio.

Hace meses, Wikileaks, una página de Internet desconocida por todos, sorprendió con sus revelaciones, como si fueran churros, sobre secretos de Estado. Desde el caso Watergate probablemente no ocurría algo similar. La vieja prensa, armada del papel tradicional, fue incapaz de oler esta historia, por su exceso de compromisos con el poder. Internet lo está cambiando todo. Ningún editor puede presumir ya de que algo no existe si no sale en su periódico, por importante que sea.

En elEconomista hace tiempo que descubrimos el giro de 180 grados del planeta. Fuimos los primeros en apuntarnos a las nuevas tecnologías con devoción, en romper los moldes estrictos del periodismo tradicional, en abrir las ventanas de par en par a los nuevos aires de libertad, y seremos los últimos en abandonar el rigor y el culto a la verdad. El resultado lo pueden comprobar en el periódico que hoy publicamos. Superamos, en contra de oscuros vaticinios y enconados intereses, los peores tiempos de la Prensa. En sólo cinco años desde nuestro nacimiento, nos hemos convertido en el primer medio económico escrito en lengua española.

Desde estas líneas quiero dar las gracias, como hacen en Egipto con sus héroes, a toda la plantilla que trabaja o ha trabajado en elEconomista por su entusiasmo, su empeño y su esfuerzo. Y sobre todo, gracias a todos los lectores que nos siguen. Prometemos no defraudaros nunca para así gozar de vida perpetua. Gracias por ayudarnos a cumplir nuestro sueño .

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