
No está. Pero su influencia ya se deja notar. Antoine Griezmann aún no ha fichado por el FC Barcelona. Lo hará. Salvo sorpresa o imprevisto, los culés pagarán los 100 millones de su cláusula no mucho más allá del 1 de julio. Mientras tanto, el efecto de su incorporación actúa en el epicentro del Camp Nou. O mejor dicho, en su costado diestro. Por ahí antes deambulaba Dembélé.
Ahora no. Ahora corre y aprieta. Finta y pone balones precisos. Incluso golea. Ayer, ante el Villarreal, que no es un cualquiera, cuajó un gran partido. Un partidazo. Marcó y lo hizo por partida doble. El segundo de los tantos fue una belleza. Una vaselina tras un sprint vertiginoso mezcla del Eto'o más eléctrico con remate a lo cucharilla de Raúl.
En el Camp Nou se frotaban los ojos. Aquel muchacho no parecía su muchacho. No lo pareció desde el principio. Suyo fue el latigazo con la zurda que Asenjo no pudo despejar y que Coutinho metió a placer en el minuto 11.
Así es este nuevo Dembélé, un jugador influyente (para bien) desde el comienzo de los partidos. Y no es la última vez que deja esta huella en un conjunto que ha visto como su rendimiento va, poco a poco, acercándose al que hizo que se gastaran más de 100 millones de euros por él en verano. Su fichaje más caro hasta que llegó el propio Coutinho.
Puede que el motivo no tenga que ser necesariamente la presencia de Griezmann en el horizonte blaugrana, pero a buen seguro que habrá influido. Porque él, Démbelé, sería el perjudicado.
Con Valverde obsesionado con jugar al 4-4-2, parece más factible adaptar a Griezmann, currante en el Atlético, a un costado que al propio Dembélé, al que ese puesto de interior no le ha quedado bien esta temporada... hasta ahora. Mientras, en el Camp Nou siguen dándole vueltas a qué hacer con él cuando acabe la temporada.
La opción de una cesión cobra fuerza. La de la venta parece descartada. Quedarse es una posibilidad a la que se le daba poco crédito. Esta resurrección podría cambiarlo todo.