Gareth Bale camina esta temporada con una coctelera de sensaciones agitando su cabeza. El sentimiento generalizado es que no está siendo un buen curso. Al contrario. Está siendo malo, muy malo. Y todo por culpa de las lesiones.
Apenas juega, se rompe. Claro que, cuando lo hace, cuando pisa el césped y tiene minutos, brilla para dar esperanzas a los que piensan que, si consigue tener continuidad, puede dar muchas alegrías.
El paradigma de esta extraña dicotomía la representan sus dos últimas intervenciones: 28 minutos contra el Fuenlabrada y 9 frente al Al Jazira. En los primeros dio la asistencia del gol con el que el Real Madrid disipó el fantasma de otra debacle copera. En los otros marcó el tanto que metió al campeón de Europa en la final del Mundial de clubes.
Entre ambas actuaciones mediaron una recaída de sus problemas físicos y un mar de dudas que él mismo ha secado con su buen rendimiento, ése que también está sirviendo para dejar en evidencia a Karim Benzema.
El francés ayer jugó 81 minutos. Fue el propio Bale el quien lo sentó en el banquillo. En ese tiempo, hizo de todo para encontrar el gol. Y lo rozó en los dos palos que tuvo. Pero no hubo manera. Fueron 81 minutos de desesperación ante un rival debilísimo.
En éstas llegó Bale y... ¡bum! Primer balón que tocó, y gol. Era el cuarto de su cuenta particular en esta temporada en 756 minutos frente a los apenas cinco que acumula Benzema en casi el doble de tiempo, 1.343 minutos.
La comparativa es asombrosa y sirve para recalcar lo sorprendente de ambos casos. Para lo bueno, cuando se analiza el caso de Bale. Para lo malo, si la mirada se fija en Benzema, un delantero al que está dejando en evidencia su propio compañero aun incluso 'cojo' como lo está en este temporada el galés.
Entidades
