
Gerard Piqué no pasó ayer, ante el Real Madrid, en la vuelta de la Supercopa de España, una de sus mejores noches como futbolista del FC Barcelona. Hay varias razones. Una, la más obvia, la derrota de los culés a manos de su eterno enemigo. Los blancos pasaron por encima de los catalanes y se quedaron con el título en un resultado que pudo haber sido más abultado.
Para colmo, el central se lesionó. Piqué se marchó en el 50' tocado de molestias musculares. Semedo entró en su lugar mientras todo el Bernabéu se mofaba del internacional español. "¡Se queda! ¡Se queda!" le gritaba recordando su tuit con Neymar, ése en el que vaticinaba lo que nunca sucedió.
Piqué pudo enfilar el túnel de vestuarios. Pudo usar la excusa de su dolor para abandonar la escena, colarse en las entrañas del Bernabéu y no seguir sometido al escarnio público que tanto él como su equipo estaba sufriendo. Pero Piqué no es así. Piqué aguantó. Se sentó en el banquillo. En segunda fila, cierto, pero se sentó.
Todo lo contrario, por ejemplo, que Luis Suárez. El uruguayo acabó el partido también tocado, pero él, Suárez, sí que se marchó al vestuario mientras todos sus compañeros, en señal de respeto por el campeón, esperaban a que Ramos y Marcelo levantaran en el palco el título de campeón de la Supercopa.
Mientras, casualidad o no, los videomarcadores del Bernabéu pincharon en varias ocasiones la señal de la retransmisión para sólo (o casi sólo) enfocar al expectante chico de Shakira. Su cara seria generó abucheos del respetable. En una de las primeras ocasiones en las que apareció en el electrónico, Piqué se dio cuenta de lo que estaba pasando, miró arriba, se vio reflejado, pero no hizo nada. No se movió, ni trató de evitar que la cámara pudiera enfocarlo.
Continuó a lo suyo aún incluso cuando el Bernabéu (lo hizo en una sola ocasión) le gritó aquello que hizo famoso Carvajal en la celebración de Cibeles por la Liga, el "Piqué, cabrón, saluda al campeón".
Ahí siguió sin un mal gesto en una lección de fair-play que acabó cuando por fin el Madrid recogió la Copa del palco. En ese momento se marchó junto al resto de sus compañeros al vestuario sin haber protagonizado ni un mal gesto hacia la grada.