
Cristiano Ronaldo no marcó anoche en la goleada del Real Madrid al Legia de Varsovia (5-1) y eso que el delantero portugués fue el jugador blanco que más veces intentó ver puerta frente a los polacos. El luso tiró nueve veces de los 20 remates que protagonizó el Real Madrid. Sólo dos fueron entre palos, los otros siete se marcharon fuera, algo que en las últimas temporadas no venía siendo muy habitual, pero que este curso se ha convertido en costumbre (su efectividad ha bajado al 8'8%), casi tanto como sus 'rabietas' por no ver puerta.
Anoche ese recital de gestos desesperados, brazos al aire, caras torcidas y protestas por casi cualquier cosa (incluidos los pases fallidos de sus compañeros) volvieron a emerger, especialmente a medida que el tiempo iba pasando y Cristiano comprobaba como no se unía a la fiesta de gol que estaban celebrando el resto de los futbolistas de Zidane.
Quizá le pesó más que nunca estar apenas a dos dianas de ser el primer jugador que logra 100 tantos en competiciones europeas. El récord tendrá que esperar. Sus compañeros sabían (o detectaron) esta ansiedad, porque tras el descansos varios fueron los que intentaron buscarlo en jugadas en las que era más sencillo que ellos mismos tiraran a puerta.
En lugar de lanzar a meta hombres como James, Benzema, Lucas Vázquez o Morata probaron a meterle pelotas imposibles con el único propósito de que mojara. Curiosamente, y aunque no marcó, el partido de Cristiano Ronaldo no fue malo. De hecho, dio dos asistencias de gol. La primera, a Marco Asensio en el 3-1. La segunda, a Morata en el 5-1.
Pero la voracidad de Cristiano no entiende de pases de gol y sí de goles con su rúbrica. De ahí una desesperación que incluso le valió una amarilla por entrar a destiempo a un contrario en su afán de quitarle la pelota, lo que provocó más gestos, esta vez de protesta, contra el colegiado, al que abroncó en más de una ocasión por decisiones con las que no estaba de acuerdo.