
El Atlético de Madrid sufrió anoche un calvario frente al Bayern de Múnich. Los rojiblancos pasaron a la final pero lo hicieron con el sufrimiento de verse asaltado una y otra vez por la escuadra bávara. Poco más de 90 minutos de tensión que vivieron varios puntos clave para otorgar a los rojiblancos el derecho de viajar a Milán. Uno de ellos llegó en la primera parte y sucedió poco tiempo después de que Jan Oblak hubiera parado el penalti que habría puesto al Bayern de Múnich por delante por 2-0 y que, seguramente, habría decantado mucho la eliminatoria del lado germano.
El crono marcaba el minuto 33 del encuentro cuando el esloveno despejó con violencia el no menos violento chut del '25' bávaro. Lamentos, miradas de rabia, ofuscación... los futbolistas del Bayern no se creían su mala suerte, pero lejos de dejarse llevar por el error, continuaron firmes en su lenguaje de dominio.
El 'Cholo' Simeone observaba, mientras tanto, la avalancha contraria. Sabía que su arquero acababa de frenar un gol vital, pero la guerra aún no había terminado y mucho menos una primera mitad en la que los suyos apenas habían intuido la pelota.
Entonces llegó Lewandowski y regaló al entrenador del Atlético la oportunidad de cambiar el ritmo del encuentro y dormir el choque hasta que el turco Cakir decidiera que había que enfilar el túnel de vestuarios.
El delantero polaco simuló una agresión que no fue tal. Juanfran le rozó el cuello cerca del banquillo español y al notar el leve contacto, se tiró al suelo como si le hubieran asestado un golpe de kárate. Simeone abrió los brazos y empezó a gesticular, a mostrarse ofuscadísimo por la trampa del rival.
Al tiempo que explotaban sus quejas hacia el cuarto árbitro, algunos integrantes del banquillo del Bayern se levantaron para reprocharle su actitud. Ahí el Cholo se encendió más todavía y se encaró con uno de los asistentes de Guardiola.
Tal era su enojo, que Ribèry y Pep tuvieron que pararle los pies. Simeone quería irse directo hacia esa persona que las cámaras no lograban identificar, pero que dispararon su ira.
Entre tanto, a su alrededor, los integrantes del banquillo atlético no entendían muy bien por qué su jefe estaba así de desatado. Sólo uno parecía comprenderlo. Germán, el 'mono' Burgos no paraba de sonreír. Él sí había captado la 'treta' de Simeone.
Con esa gresca, el entrenador consiguió enfriar definitivamente a un Bayern candente que, en ese transcurrir de minutos, hasta que Cakir puso paz, evaporó su furia desmedida y dejó de asaltar la meta de Oblak. El preparador atlético lo había conseguido, su bronca de mentira, su teatro en la banda del Allianz Arena despistó a un rival que no sólo chocó contra el muro rojiblanco sino contra las artimañas de un entrenador que se las sabe todas.