Cristiano Ronaldo cayó lesionado otra vez a horas del encuentro de ida de semifinales de Champions contra el Manchester City. En el entrenamiento en el Etihad, el luso se percató de que algo no iba bien. El diagnóstico que buscó en otros profesionales fue más o menos claro: rotura. Había forzado la máquina demasiado.
La sorpresa e indignación del jugador fue mayúscula, ya que lo que se le había dictaminado en el propio club era solo una sobrecarga. El resultado fue que apretó físicamente cuando debía haber seguido a un nivel de ejercitación más bajo. La consecuencia: perderse la ida, y puede que la vuelta, además del partido de Liga en Anoeta ante la Real Sociedad.
El proceso de identificación de culpables ya se abrió en el club blanco, pero antes de que tuviese lugar, el doctor Olmo (jefe de los servicios médicos blancos) acusó al propio jugador de lo que le había ocurrido, atribuyéndole una lesión más psicológica que otra cosa. En resumen: que el problema físico era muy leve, y que el estado mental del jugador la agravó, según relata el periodista José Joaquín Brotons en Eurosport.
Esta acusación por parte de Olmo terminó de encender el ánimo de un jugador que, al igual que el grueso de la plantilla, no soporta al jefe médico, muy afín al presidente Florentino Pérez. La reacción fue rápida, una vez llegado a Madrid: pedir una segunda opinión.
El secretismo del futbolista en la Clínica Ruber (llegó a especularse con que salió de sus instalaciones escondido en el maletero de su vehículo) tenía una explicación: aún no había comunicado al Real Madrid que se había desmarcado en el tratamiento.
La actitud del '7' es solo un ejemplo más de lo que sucede en un vestuario que desconfía totalmente de sus galenos. De hecho, en el cambiador hay cierto recochineo con una expresión que maneja mucho Olmo: "condicionantes físicos como psicológicos". Creen que detrás de esto se esconde un ataque hacia ellos, culpándoles de las lesiones musculares que se han convertido en una plaga esta temporada.
Entidades
