
Andrés Iniesta tiene 31 años. En mayo cumplirá 32 pero el fútbol de sus botas dice otras cosa. Son las mentiras de un deporte al que tanto ha aportado el genio de Fuentealbilla y que se empeña en colocarle una edad incorrecta. El hombre que dio a España su primer Mundial, lejos de aproximarse a un estado de retirada activa, vive una segunda juventud de la que se está beneficiando de forma especial la MSN y su técnico, Luis Enrique.
Lo demostró ayer en Londres, en el Arsenal - Barça. Pese a que Messi fue el autor de los dos goles que dieron a los culés el triunfo y, prácticamente, el pase a cuartos de final, Iniesta fue el mejor visitante.
Su exhibición en la medular fue extraordinario, especialmente durante una primera parte en la que fue el autor de los únicos pases que conseguían romper las dos líneas defensivas que tejió en torno a su área el equipo de Wenger.
Fue un derroche de virtuosismo en su versión más vertical, esa que olvida la posesión por la posesión para buscar llegar a la meta rival con el menor número de pases posibles. Sí, a este Barça le gusta el contragolpe. Le gusta a un Luis Enrique que ha sabido aprovechar la velocidad de la MSN cuando los partidos lo requieren, como anoche.
Y ahí estuvo Iniesta para dejar claro que en esta versión remozada se sabe mover como pez en el agua moviendo a sus compañeros (y en especial a Neymar, el otro puñal vertical anoche en el Emirates) al compás que quiere.