
El Real Madrid cosechó en Sevilla su primera derrota de la temporada. Sin embargo, las señales negativas se llevaban vislumbrando en las últimas semanas, en forma de partidos planos y con el ejemplo del PSG como muestra de que los rivales de entidad podrían acabar con la versión inmaculada del equipo de Benítez. Precisamente, lo ocurrido en el Sánchez Pizjuán deja el técnico en una situación delicada con el vestuario.
Con Benítez se juega distinto. Con Benítez tiene mucha más prioridad la seguridad defensiva y la fiabilidad que el ataque. A pesar de sus discursos en rueda de prensa, la realidad es otra y muy diferente a la de sus discursos: el equipo es timorato cuando hablamos del esfuerzo ofensivo. Incluso ha llegado a realizar encuentros muy decepcionantes en ataque. El Real Madrid, sin un Cristiano conectado, no es capaz de enchufarse arriba.
Además, hay una cuestión de actitud. No de actitud en lo que se refiere a las ganas de hacer el trabajo, sino del carácter del equipo. Aquí ha habido un cambio trascendetal: cuando hay resultados a favor la escudra blanca deriva hacia una especie de conservadurismo que le lleva a guardar la ventaja sin pensar en que puede ser un paso atrás letal.
Por eso lo que pasó en Sevilla ha sido tan importante: porque se ha estado obrando en contra de lo que querían los jugadores, habituados a la libreta de Ancelotti en la que no se especulaba tanto y se buscaba una mayor presencia en ataque. En ese aspecto, la brecha entre técnico y jugadores no ha hecho más que aumentar.
Informa El País que el vestuario blanco se siente desautorizado. Ya no se tiene en cuenta la opinión de los jugadores en las materias del juego, y sin embargo, ellos creen que tienen mucho que decir. Que su forma de ver lo que pasa en el césped es importante y merece ser tenida en cuenta.
Anteriormente, todos los jugadores eran parte activa de un proceso de toma de decisiones en el que se valoraba su opinión por ser una parte importante, un actor del juego. Sergio Ramos, Luka Modric y Cristiano Ronaldo eran los que más alzaban la voz.
Ahora, la situación es diametralmente opuesta y piensan que han pasado de tener una parte importante de responsabilidad en el juego a no tener nada que aportar. Solo obedecer unas órdenes en las que no están de acuerdo. Las quejas de Cristiano a Ramos, protestando por lo atrás que estaba el equipo lo dicen todo. El sentir no es del luso solamente, sino que se extiende por el cuartel blanco. La brecha se abrió en el Pizjuán, quién sabe si tanto como para que sea imposible cerrarla de nuevo.