
Hace aproximadamente un año, Cristiano Ronaldo jugaba en el alambre. El tendón rotuliano de una de sus rodillas le generaba todo tipo de molestias, incluso lesiones musculares derivadas de un sobreesfuerzo por seguir jugando. Sacrificios físicos y recaídas que mermaron su rendimiento a finales del curso 13/14 y que parecen cosa del pasado. Nada más lejos de la realidad: el dolor sigue ahí.
El mismo Cristiano lo ha reconocido en la entrevista a Kicker en la que ha reconocido que no cierra la puerta a una salida del Real Madrid. Ocultada por este gran titular, aparece la cuestión de su salud, y ahí el de Madeira sorprende: "No hay un solo día en que no me duela la rodilla". Aparentemente superadas esas molestias, el '7' reconoce que no, que siguen ahí aunque parezca mentira.
Lo cierto es que la dolencia del portugués es complicada. Ya afectó a Rafa Nadal y en el fondo es muy complicado hacerla desaparecer del todo, más aún en un futbolista del ritmo competitivo de Cristiano. La solución es el descanso, un extremo que apenas puede conceder. De hecho, esta circunstancia le ha hecho cambiar su juego.
Lo admite Cristiano: "Eso influye en cómo y dónde juego en el campo. Aprendes a vivir con ello". Encajan mejor las piezas con estas declaraciones, su tendencia a irse al centro del ataque, a no priorizar su velocidad, a dosificar esfuerzos y economizar carreras. Ser, en definitiva, más delantero y menos extremo.
No le queda otra al portugués que adaptarse a la nueva situación y extremar las precauciones. Si antes ya era un futbolista cuidadoso con sus hábitos, ahora ha aumentado las atenciones a su propio cuerpo: "Con el paso de los años son los pequeños detalles los que marcan la gran diferencia. Cuando te hace mayor pierdes posibilidades físicas, pero ganas en madurez. Yo vivo por y para el fútbol, me alimento bien y entreno duro y a conciencia".
Lo de Cristiano recuerda a lo anunciado por Gerard Piqué hace unas semanas, cuando aseguró a los medios que llevaba año y medio con molestias en la cadera. Al igual que el '3' culé, se ha habituado a convivir con el dolor, forma parte de su día a día.