
José Mourinho vuelve a esta tarde a Oporto. Con los 'dragones' el luso empezó a construir su carrera como entrenador de éxito. Fue allí donde ganó la primera de las dos Champions que tiene en su haber. Su retorno con el Chelsea, club al que se marchó tras aquel éxito, debería ser, por tanto, plácido. Un homenaje al hombre que permitió los Deco, Carvalho, Maniche y compañía alcanzar la gloria europea. Sin embargo, 'The Special One' no será recibido con tantas flores como a él le gustaría. Su buena imagen en Oporto es, en parte un falso mito.
Al igual que sucedió en Madrid, el entrenador se marchó rumbo a Inglaterra dejando enemigos fruto de su carácter, de su forma de ser siempre extrema. O con él o contra él. La principal diferencia con respecto a su marcha del equipo blanco es que, por lo menos, dejó títulos en las vitrinas.
Cuando hace 11 años puso rumbo a Londres, muchos aficionados del Oporto le señalaron como un traidor por dejar tirado al equipo. Casualmente el Chelsea se enfrentó aquel año en cuatro ocasiones a los portugueses. En la primera, durante la fase de grupos, el partido estuvo cargado de tensión por las amenazas que denunció Mourinho de los ultras del Oporto.
Luego, en octavos, el ambiente fue más relajado, aunque Mourinho cargó contra Jesualdo Ferreira, técnico de los lusos, y volvió a recalcar que por mucho que se le criticase, él sería siempre historia de los 'dragones'.
"Unos entienden que necesitaba nuevos retos, otros me preparan bonitas canciones, pero ni así ni con pitos o abucheos no pueden borrar la historia", afirmó antes del partido de ida que se disputó en la Península Ibérica.
Cierto. Mourinho es historia del club y así lo demuestra su estatua en el museo del Oporto que hace dos años abrió sus puertas. "Lo he visto y me he emocionado", afirmó ayer en una rueda de prensa donde salió en varias ocasiones una declaraciones recientes en las que el entrenador criticó, de una tacada al propio Oporto y a Casillas.
Dijo sorprenderle cómo el club había gastado tanto dinero en pagar un salario tan elevado a un jugador como Iker cuando el país pasaba muchas dificultades.
A Pinto da Costa, el presidente del Oporto no le gustaron nada sus declaraciones. La suerte quiso que, tras aquellas críticas, Mourinho tuviera que retornar por tercera vez a la que hace más de una década fue su casa. Y hoy, como entonces, el estadio 'Do Dragao' vivirá dividido en torno a la figura del técnico que entonces le hizo grande.