Iker Casillas dejó ayer el Santiago Bernabéu y lo hizo ya no cómo jugador blanco, sino como portero del Oporto. "Es una sensación rara", comentó el de Móstoles en su re-despedida. Un adiós lleno de gestos agridulces (él no quería acudir al acto que tenía preparado Florentino Pérez, pero acabó accediendo a la petición del presidente) que se tornaron en sonrisas cuando se trasladó a Oporto. En tierras lusas el arquero fue recibido como algo más que un ídolo. Le recibieron como el nuevo héroe de los 'Dragones'.
Y eso que aún no ha tenido la ocasión de enfundarse la camiseta con el número 12 que lucirá en su nueva etapa. De hecho, lo normal es que no lo haga hasta dentro de unos días. Hoy Iker pasará pruebas médicas y se irá a Holanda dónde ya entrena el conjunto portugués. Lo normal es que su presentación se retrase.
Poco le importó al cerca de millar de aficionados que ayer se dio cita en el aeropuerto para recibirle por todo lo alto en un gesto que cambió la cara del portero. Casillas, en Portugal, sí que sonrió, al contrario de lo que se vio horas antes, cuando las lágrimas bañaban su rostro en la sala de prensa del Santiago Bernabéu. Tal fue el ímpetu de los aficionados, que acabaron cortando la salida del portero en coche para gritarle enfervorecidos. Se había desatado oficialmente la 'Ikermanía'. Una locura que también se ha trasladado a la prensa. Los rotativos exigen al Oporto un salto de calidad en sus objetivos y le piden no sólo optar a la Liga Superblock, la liga local, sino también aspirar a la Champions, ésa que consiguieron en 2004 con (casualidades del fútbol) José Mourinho al frente.
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Órdago a Florentino